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La política exterior y sus desafíos

José Luis Valdés Ugalde

José Luis Valdés Ugalde

Para entender los retos de la política exterior de cualquier país, esto supone, en primerísimo lugar, que exista una política exterior que se precie de ser tal. Una política exterior que sea orgánica, racional y estratégica en sus planes a corto, mediano y largo plazos. Una política que desde su hechura en el presente vislumbre el futuro de mediano plazo, al menos. El problema de México es que no tenemos política exterior, en parte porque no tenemos una política interna comprensiva y sustantiva, la cual se ha enfrentado a las propias contradicciones que persigue al régimen político actual.

Diría que, en caso de que se tuviera una auténtica política exterior en México, el primer riesgo es no entender a Estados Unidos, como parece ser el caso en el gobierno de AMLO. La vecindad con Washington requiere de una política interméstica que aborde los grandes temas bilaterales de forma comprensiva. El reto es hacer la diferencia con una política proactiva que dinamice los procesos institucionales ya existentes, como el T-MEC, y no dinamitar estos espacios en nombre de una política bilateral ideologizada, como es el caso de lo que actualmente ocurre. El otro reto es tener, en estos tiempos de intensos desplazamientos de gente, una política migratoria coherente y propia. Hace más de dos años que México fue presa del chantaje trumpista, y condicionó con imposición de aranceles a México para que endureciera su política en contra de la migración centroamericana. El gobierno de México obedeció a Trump y en este error estratégico (México podría haber recurrido al T-MEC para blindarse antes de ceder al chantaje, pero no lo hizo, otra muestra de que no se entiende la política exterior comercial), el país perdió soberanía y su margen de negociación se redujo a cero. Se degradó el intercambio bilateral en todos los demás frentes de la asociación con Estados Unidos. En este rubro pareciera que a México le falta reconocer y aceptar que EU es un aliado estratégico y un socio con el cual se debe de negociar desde una óptica más pragmática. Aquí también el espíritu antiestadunidense que ronda a la Presidencia ha sido dominante en la definición de la arquitectura de la relación bilateral en torno a, entre varios, el tema de la migración.

Por otro lado, los pendientes en seguridad son varios y los retos que afronta México en este rubro tienen que ver en gran medida con una política errónea de conciliación con los cárteles del crimen organizado en México. Como éste es un tema que nos lleva de nuevo al plano de la relación bilateral con EU, diríamos que a Washington no le cuadra esta estrategia fallida y le resulta más que incoherente dados los retos que ambos socios tienen sobre todo alrededor de la exportación de drogas duras a EU, destacando el fentanilo, que ha causado miles de muertos en la Unión Americana, principalmente entre la población más joven. En estas circunstancias, el reto ha sido determinante (y frustrante) para lograr una política de cooperación en la lucha contra la producción y distribución de estupefacientes en EU.

Respecto a los otros temas de la agenda en los que hay retos y muy grandes, el del comercio y el cambio climático son prioritarios y están íntimamente vinculados en esta coyuntura. Las consultas a las que convocaron Estados Unidos y Canadá alrededor del tema energético aún no llegan a los paneles de controversia, debido a cierta flexibilidad por parte de Washington, pero han puesto en serios apuros la existencia del T-MEC. La reforma a la ley eléctrica entra en contradicción con los intereses de los dos socios de México, sobre todo en lo que se refiere a la certeza jurídica que demandan los inversionistas estadunidenses y canadienses en fuentes de energía renovable o energías limpias. Se puede decir que el gran reto que afronta México es cómo el T-MEC es compatible con un proyecto de estatización –dando a Pemex y CFE todas las ventajas por encima de sus competidores nacionales y extranjeros– sobre la producción de energía. Está visto que existe una contradicción estructural que puede impactar negativamente en la existencia del tratado comercial más importante que México ha tenido.

AMLO no entiende para nada a EU y al mundo, es por eso que, ante la pasividad de la Cancillería y la ciega imposición presidencial, no ha habido una política exterior, siquiera en la parte escrita, no se diga en los hechos. Como ninguna de las variables mencionadas está entre las prioridades de México, entonces la política exterior está en riesgo crítico, precisamente por el hecho de que el Estado mexicano carece de una política que pudiera darle forma a un proyecto de internacionalización mexicano que nos permitiera estar presentes en la toma de las decisiones que se están avanzando en los diferentes escenarios del sistema internacional.

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