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Evo Morales: de democracia y golpes (I)

José Luis Valdés Ugalde

José Luis Valdés Ugalde

Para empezar esta reflexión, hay que decir que Evo Morales (EM) no es, ni Jacobo Árbenz en 1954, ni Salvador Allende en 1973. Para empezar, estos, desde sus respectivas trincheras reformistas, nunca violaron los preceptos constitucionales de sus respectivos países (Guatemala y Chile), mismos que fueron los que los llevaron a ocupar la presidencia de sus países con toda legitimidad. Tampoco se erigieron en víctimas lastimosas de ningún complot. En cambio, Morales sí. Frente al mito que ha hecho de sí mismo y frente a las evidencias de sus fraudes electorales, ahora optó por calificar a su victimarios de golpistas en su contra, aunque ciertamente algo hay de golpe en este asunto y mucho de racismo, esto no nos tiene porqué intimidar al hacer el análisis de su salida de Bolivia y su posterior arribo a México en calidad de asilado. Lo mismo aplica a la variable económica y la del progreso que durante su presidencia Morales logró, mediante un crecimiento económico importante y un nuevo contrato social que generó un nuevo momento de cohesión social en Bolivia, logros que hoy están a punto de estallar debido a su intransigencia antidemocrática.

Lo esencial de mi desarrollo aquí tiene que ver con la cuestión democrática, que al ser alterada y violentada por el mismo EM, le quitó a éste la oportunidad de pasar a la historia como el primer presidente indígena y progresista exitoso de su nación con fundamento y legitimidad democrática. En este sentido la presidenta interina, Jeanine Áñez, y la nueva cúpula militar represiva, son producto de sus actos ilegítimos y, en buena medida, también son parte de la obra que lega a Bolivia y al continente, la cual, malo para él, terminó en un gran despropósito democrático. Aquí nos referiremos a eso.

Realidades conceptuales y políticas tan enquistadas en nuestro continente, como golpe de Estado, dictadura y estado de sitio, han sido estudiadas por politólogos de la estatura de Samuel Huntington y Alain Rouquié, por mencionar sólo a dos. La salida de Evo de Bolivia está precedida por una renuncia presidencial y por una saga política que deja mucho que desear, toda vez que se asemeja a los casos venezolano, nicaragüense, ecuatoriano (a medias) y muy probablemente el argentino, con el regreso del kirchnerismo. En todos, salvo en el último, ha habido abuso del poder transicional en el marco de un régimen democrático. Con relación al golpe y sus implicaciones socio políticas, ya de por si dramáticas en Bolivia, considero que muy bien se puede establecer la siguiente secuencialidad causal de “golpes”. La primera etapa tiene que ver con la ya conocida autorización de la SCJ, en octubre de 2019, a EM para competir en las elecciones de 2020, violando la Constitución, y el resultado del referéndum para cambiar ésta. Seguidamente, tenemos la muy mexicana “caída del sistema” que provocó el propio EM ante la inminente derrota electoral por más del 10%, que lo imposibilitó legalmente para continuar en el poder. Es decir, Evo era ya un presidente ilegítimo antes de salir de La Paz. Y por tanto, su proclamación como “presidente electo” por cuarta ocasión resultó no sólo inefectiva políticamente, sino también fraudulenta. Como sugiere el distinguido analista sociopolítico, Fernando Bazúa, estos tres primeros “golpes” secuenciales fueron asestados por Morales.

Dentro de toda la maraña en la que nos adentró EM, ocurrió, en efecto, un cuarto “golpe”: la “sugerencia” a EM hecha pública, del alto mando de las Fuerzas Armadas bolivianas para que renunciara, aun cuando en los hechos Evo ya había reconocido su propio fraude al convocar a nuevas elecciones, en las cuáles él, por “derecho humano”, impuso que tenía que participar. Este cuarto golpe, en efecto, fue asestado por los militares bolivianos, quienes ahora reprimen los levantamientos promovidos por EM desde nuestro país. El quinto “golpe”, sin duda el más inteligente de parte de EM, fue su renuncia, junto con la de todos sus partidarios que estaban en la línea sucesoria constitucional, destinado todo ello a abandonar su compromiso de Estado, dejando un vacío de poder legal. Y para acabarla, el sexto “golpe”: la autoproclamación presidencial de Añez por un Congreso sin quórum, con la participación del alto mando militar, generando todo ello la imposición del actual Gobierno ilegal de Bolivia. Naturalmente, los “golpes” más vistosos y en los que casi todos focalizan su atención son el cuarto y el sexto. Tengo la convicción de que Allende y Árbenz, dos grandes líderes socialdemócratas, valientes y convencidos, nunca hubieran recurrido a las artimañas de Evo para aferrarse al poder. ¿Merece Evo Morales nuestro asilo político? Seguiremos.

 

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