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De desafíos de alcance medio, al gran desafío iraní

José Luis Valdés Ugalde

José Luis Valdés Ugalde

Si bien es probable que el presidente Biden se libere de un pesado problema interno si acaso Trump fuera encontrado culpable por defraudación fiscal, de acuerdo a la investigación en su contra por parte del fiscal general de Nueva York, Cyrus Vance, Jr., la lista de desafíos externos pesados no se termina para Washington. Ni Canadá (porque simplemente no es problema) representa un problema a la seguridad de Estados Unidos ni México tampoco (porque, aunque lo es y mucho, el presidenteLópez Obrador se empecina en envolverse en la bandera en medio de una borrachera echeverrista, o sea, no se deja) es prioridad para Biden. Pero sí lo son las tiranías bananeras de Maduro en Venezuela (con quien, según Antony Blinken, se intenta negociar una salida política a la crisis de gobernabilidad) y de Ortega en Nicaragua. Pero sobre todo lo es el nuevo Irán que se avecina con un gobierno de corte semifascista a cargo de Ebrahim Raisi.

Raisi es un juez ultraconservador, líder del poder judicial, quien en dicha calidad habría ordenado la ejecución de un gran número de personas (incluidos niños) a finales de los años 80, violando los derechos humanos. Además, es visto como el sustituto potencial del líder supremo, el ayatola, Ali Khamenei, hoy en día en su último aire. Pero no sólo eso, Raisi es el representante más evidente, hasta ahora, del establishment conservador que provocó, con su explícita forma de excluir la amplia diversidad de candidatos reformistas, una baja participación en la votación.

Esto evidenció el deterioro del sistema de participación electoral, anteriormente muy activo en Irán y, en consecuencia, el deterioro del propio proceso democrático. Haidi Ghaemi, director del Centro de Derechos Humanos de Irán, ha declarado, después del triunfo de Raisi, que “a estas alturas, cuando el líder supremo muy probablemente morirá, Raisi representa al hombre en el que confía el establishment de seguridad en su totalidad” (The Washington Post, Iran´s new president Ebrahim Raisi consolidates hard-line grip as reformers pushed aside, 19 de junio de 2021). Es decir, que, después de una presidencia moderada y visionaria, a cargo del todavía presidente Hassan Rouhani, muy bien podríamos estar ante el arribo de una autocracia más para la colección de regímenes antidemocráticos que se han impuesto en la escena global, aunque esta vez con una alta dosis de dogmatismo islámico y de fobia antioccidental, de por sí ya presente en esa región del globo.

Parece ser que el establishment clerical ha dado un gran golpe de mano para apoderarse de los resultados electorales, provocando con esto una polarización de suyo altamente peligrosa.

A pesar del giro ultraderechista en Irán, con todos los riesgos de volatilidad regional y global que implica, es posible que veamos un grado relativo de colaboración con Occidente, pero, sobre todo, con su iniciativa de pacto nuclear con Irán, consensuada por los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas y avalada en forma por demás urgente por Alemania y la Unión Europea desde 2015; El Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC, o JCPOA, por sus siglas en inglés) o el G5+1, como se conoce comúnmente al pacto nuclear con Irán, que limita el programa nuclear iraní a cambio de alivios económicos (acceso a más de 100,000 millones de dólares de activos y a abrir sus puertas al mercado y comercio internacional) con el objetivo de evitar que la República Islámica continúe con el enriquecimiento de uranio, rebasando los límites para incursionar en la producción de armas nucleares.

Es conocido que este pacto fue suscrito por Rouhani, con el impulso de Khamenei, con el propósito central de superar las limitaciones económicas que le imponen las sanciones económicas que establecieron Estados Unidos y sus aliados. Y esta postura se mantendrá contra todo pronóstico. Así las cosas, dentro de los retos de Biden, el de Irán, dadas las novedades que nos anuncian los extremistas, se ha convertido en el principal reto que, ciertamente, junto al de China, representará un desafío regional multidimensional que habremos de ver hasta dónde es controlable.

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