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El techo de vidrio de la 4T

José Luis Jaimes Rosado

José Luis Jaimes Rosado

 

La Cuarta Transformación (4T) de México, desde el tamiz lingüístico, representa un cambio de formas en el país, transmutar de una cosa a otra, una evolución en el ADN cultural con la obligada recombinación del genoma que conlleva modificar usos y costumbres de los grupos sociales o establecer formalmente una relación sintáctica relevante entre dos expresiones de una lengua. 

En cualquier caso, ya más de seis meses de gobierno, la curvatura de aprendizaje llegó a su cresta (o valle) pasando del vector de los negativos “eso me lo dejaron”, “así estaba”, “puros errores” al vector de los positivos donde tiempo, lugar y circunstancias es autoría de su equipo de trabajo, la gente elegida, modificaciones de estructuras e instrumentación de sus proyectos; con sus usos, modos y costumbres.

Uno de los síntomas de este fenómeno es la detención, incluso disminución, de la popularidad o aceptación del mandatario federal y algunos locales como en la Ciudad de México, el inicio de reclamos a voz en grito, individual y a coro, en eventos y, el recurso acomodaticio de realizar actos públicos presidenciales en locales cerrados, con total control de acceso, invitación fiscalizada o, como en el sureste del país, procurando las instalaciones policiacas o militares como sedes para el mitin político.

No obstante, todo lo anterior puede ser el síntoma del techo de vidrio.
El concepto original es techo de cristal, surgió hace más de 30 años como referencia periodística norteamericana en un artículo que describió las barreras no visibles que enfrentan las mujeres en el mundo laboral, particularmente en los altos mandos y en los puestos de tomas de decisión tanto empresarial como política o gubernamental.

Así, la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador está ante su techo de vidrio y ha topado con sus propios obstáculos invisibles. Mientras que en el caso de la lucha femenina las estructuras jerárquicas son hechas por y para los varones, en la 4T parecería que las instituciones
autónomas y de la sociedad civil son un impedimento, un escollo, pantano que los gobiernos anteriores heredaron exclusivamente contra ellos.

En el techo de cristal rigen las reglas masculinas, en tanto que en el techo de vidrio valen los mandatos del equipo gobernante, sin importar el acuerdo social llamado marco jurídico, leyes y reglamentos. Ejemplos abundan: cancelación del NAIM, construcción del aeropuerto en Santa Lucía, refinería en Dos Bocas y el Tren Maya.

En el techo de cristal, el estereotipo es el varón como directivo, preparado académicamente. En tanto, en el techo de vidrio, al burócrata de alto mando (antes funcionario) no le impide la nula preparación o falta de experiencia en la institución a la que es enviado; es vital la lealtad, subordinación y capacidad de maniobra para adaptar la realidad al discurso favorable al grupo en el gobierno. 

En el techo de cristal se registra la educación sexista y el adoctrinamiento en tanto que en el “techo de vidrio” la educación es unidireccional, vertical, terapéuticamente ocupacional, aunque jamás pase a actividad productiva; y para adoctrinar cognitivamente, antineoliberal, anticonservadora, antiglobalizadora y, físicamente, atentos para alzar la mano a solicitud expresa.

Con el techo de cristal, las mujeres son sometidas, obstaculizadas, detenidas ante esquemas de decisión entre la vida personal y la laboral, contexto que se comparte con la referencia techo de vidrio donde los colaboradores cada vez sienten más recelo ante sus colegas de profesión, frente a grupos académicos e incluso la convivencia familiar por lo que cancelan asistencias, declinan invitaciones y excusan ausencias.

Si bien el techo de cristal refiere una conceptualización por su utilidad y uso negativo contra la mujer en su desarrollo laboral, el techo de vidrio evoca constitución imaginaria, composición circunstancial que ellos mismo han estructurado, pero que no existe, es la 4T quien lo ve, lo oye y se encarga de referirlo como (auto)limitante, con sus dichos y acciones, todos los días.

 

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