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Militares en la mira de los cárteles

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

El asesinato en una emboscada en Coalcomán, Michoacán, del coronel Héctor Miguel Vargas Carrillo, en la que resultaron heridos otros nueve militares, es un eslabón más de la violencia que están ejerciendo los grupos criminales contra las fuerzas de seguridad. Meses atrás comenzaron esos ataques en forma constante contra policías municipales y estatales y, en los últimas meses y semanas, se han agudizado en contra de militares y guardias nacionales, y no sólo contra la tropa, sino también, muchas veces en forma directa, contra los mandos.

La emboscada en Tierra Caliente se dio cuando un convoy militar se topó con sicarios del Cártel Jalisco Nueva Generación que iban resguardados con camionetas blindadas de las llamadas monstruos. El relato de los hechos pareciera indicar que los militares fueron emboscados porque también fueron atados desde elevaciones circundantes. Esa zona de Tierra Caliente está en disputa por el CJNG y Cárteles Unidos y es considerada un riesgo directo para la seguridad interior del país, por eso la presencia central es del Ejército mexicano, que ha sufrido cada vez más ataques armados, desde que hace año y medio se asentó en la zona a partir de la recuperación de Aguililla. Ése es un territorio en constante disputa.

Cada día tiene menos sentido aquello de abrazos y no balazos. Los balazos son la norma y se están cebando en las fuerzas militares en la misma medida en que ellas han ido modificando su estrategia de contención por una mucho más agresiva contra los grupos criminales. En lo que va del mes ha sido detenido Ovidio “N” y este viernes, El G1, Gerardo Soberanes Ortiz, un importante operador financiero de Ismael El Mayo Zambada y de la banda de los Cabrera Sarabia, de enorme peso en el llamado Triángulo Dorado. El operativo, en un poblado de Durango, fue tan contundente como el desplegado en Jesús María para detener a Ovidio.

Esos golpes han sido acompañados de reacciones muy violentas y dirigidas contra mandos militares por parte de los grupos criminales. El 24 de noviembre pasado fue asesinado en Zacatecas, en zona de operación de CJNG en la frontera con San Luis Potosí, el general José Silvestre Urzúa, jefe de la Guardia Nacional en el estado.

Poco después, el 10 de diciembre, el mismo grupo criminal secuestró, y está desaparecido desde entonces, al coronel José Isidro Grimaldo, en la frontera entre Jalisco y Zacatecas. No queda claro cómo ni por qué sucedió el secuestro, pero lo cierto es que Grimaldo era el comandante de un batallón en Tamaulipas. Un día después de su secuestro, el 11 de diciembre, fue atacada una patrulla militar en Nuevo Laredo, dos oficiales murieron.

El 5 de enero, en la detención de Ovidio “N”, murieron 10 militares en los enfrentamientos de Jesús María, pero ese mismo día, un mando militar de Nayarit, que ingresó en apoyo a aquel operativo con elementos de ese estado, fue asesinado en una emboscada en Escuinapa, Sinaloa. La víctima fue el coronel José Moreno Urzúa. Los asesinos eran del Cártel de Sinaloa.

El 7 de enero en otra emboscada, nuevamente en la zona limítrofe entre Zacatecas y San Luis Potosí, dos elementos de la Guardia Nacional y uno del Ejército fueron asesinados, nuevamente por sicarios del CJNG.

Estamos hablando de que, en poco más de un mes, fueron asesinados por sicarios un general, dos coroneles, un tercero fue secuestrado y desparecido y varios oficiales y soldados más han sido heridos y muertos en distintas emboscadas y enfrentamientos.

Ayer en el periódico español El País, Roberto Saviano, el célebre autor de Gomorra, decía, hablando de Matteo Messina Denaro, el mafioso detenido la semana pasada en Sicilia y autor de los terribles atentados que azotaron Italia a principios de los años 90, que “la mafia consideraba que la política era su emanación y su aliada, porque la Cosa Nostra –como sucede con todas las organizaciones criminales– siempre ha tenido un caballo por el que apostar en política, siempre ha proporcionado votos y apoyos. Y ahora, al parecer, había llegado el momento de exigir una recompensa. Matteo Messina Denaro pretendía que esa facción política a la que la mafia había apoyado a lo largo de los años, evitara los juicios y bloqueara las investigaciones en los periódicos; en definitiva, quería que la facción política a la que la Cosa Nostra siempre había apoyado tomara medidas para defender a su segmento criminal”. Cuando sintió que perdió ese respaldo, desplegó una inaudita violencia criminal contra las autoridades y contra la sociedad.

De alguna forma, la política de abrazos y no balazos empoderó a los grupos criminales. Fue parte de un mal diagnóstico, de una mala comprensión de la lógica de los grupos criminales y de un discurso político que estaba más dedicado a atacar el pasado y romper lazos con él, que a establecer una verdadera estrategia de seguridad. La creciente violencia era y es intolerable, y esa política ha ido cambiando en los últimos meses, aunque en el discurso la misma se mantenga. Se han sumado detenciones y mayores decomisos, sobre todo de fentanilo. También ha habido más y más duros enfrentamientos con distintos grupos criminales.

La respuesta, como dice Saviano, ha sido mayor violencia contra militares, Guardia Nacional, fuerzas de seguridad y provocaciones graves de otro tipo. Este 2023 parece ser parte de una escalada de esa violencia contra el Estado y la sociedad de las distintas organizaciones criminales.

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