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Jueces y política; adiós Romero Deschamps

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Apenas ayer decíamos que la batalla legal por la reforma eléctrica, que en realidad es un giro de 180 grados respecto a la energética aprobada el sexenio anterior, apenas comenzaba. Más allá del amparo temporal que concedió el juez federal Juan Pablo Gómez Fierro a un par de empresas del sector, existen más de 300 amparos en ciernes que buscan cancelar por la vía judicial esa reforma. Ayer mismo, otros amparos fueron concedidos por otro juez, y se sucederán las suspensiones, temporales, de un tema controvertido, que admite el debate sobre la constitucionalidad o no de la nueva ley.

Decíamos también que es un error recurrir desde la plataforma que otorga la mañanera esas decisiones judiciales cuando está lejos de haberse agotado ese proceso, porque se deslegitima al Poder Judicial y a una instancia que debería estar por encima de dudas como es la Suprema Corte. No se puede, desde el Ejecutivo, aplaudir o denunciar al Poder Judicial cada vez que una sentencia es o no favorable. Insistimos: el Poder Judicial y la Suprema Corte no son la oposición al Ejecutivo ni deben serlo, pero tampoco pueden ser un acompañante sumiso del poder político.

Es más, la reforma eléctrica no sólo deberá ser ganada en los tribunales nacionales, sino también en los internacionales, porque ya son muchas las empresas con contratos firmados e inversiones realizadas, que han anunciado que recurrirán a ellos.

En ese contexto no tiene sentido enredarse en una batalla política con el poder judicial y con el Consejo de la Judicatura, cuando faltan aún varios pasos y se pueden recorrer muchos caminos en torno a la reforma. Tampoco ayuda la insistencia presidencial en no cambiar “ni una coma” en esa iniciativa, ya que no deja margen de negociación y prácticamente impone la resistencia, por la vía judicial, de empresas nacionales y extranjeras contra ella.

No es una buena noticia para el país. Y termina siendo, al final, un capítulo más de la judicialización de la política, ahora en vísperas electorales, que ayudará, y supongo que esa es la idea, a polarizar aún más a la sociedad entre buenos y malos, pobres y ricos, explotadores y explotados, una lógica que recuerda al aprendiz de brujo, aquel que libera fuerzas que luego no puede controlar.

 

 EL LARGO ADIÓS

En la víspera de que se cumplan 83 años de la expropiación petrolera, es una buena noticia que, por fin, Carlos Romero Deschamps deje su plaza en Pemex “por voluntad y exhorto”.

Nadie se define por blancos y negros, pero en esa gama de grises Romero Deschamps, como sus predecesores, le han hecho, desde el sindicato petrolero, un daño enorme al país y a Pemex. Un daño que fue solapado durante décadas porque la complicidad con el poder político era la norma.

Romero Deschamps no llegó al límite y el exhibicionismo de otros líderes petroleros, como Salvador Barragán Camacho, que llegó a perder en una noche del 15 de septiembre de 1981 tres millones de dólares (de aquéllos) en un casino de Las Vegas. Tampoco a la soberbia de Joaquín Hernández Galicia La Quina, que amenazó abiertamente al presidente Miguel de la Madrid con su caída si caía el sindicato petrolero o se tocaban sus privilegios.

El que terminó en la cárcel en el gobierno de Salinas de Gortari fue La Quina, y luego de varios movimientos internos uno de sus discípulos jóvenes, Romero Deschamps, se hizo en 1993 con el control del sindicato petrolero. No han faltado escándalos ni excesos en estos años, pero lo más grave ha sido el deterioro casi constante de Pemex, atenazado por la corrupción y la ineficiencia, que ha sido, en muy buena medida, responsabilidad gubernamental, pero de la que el sindicato y sus dirigentes son corresponsables en alto grado.

 

 VACUNAS

Muchas de las cosas que han hecho durante la pandemia los responsables de la salud pública, encabezados por el subsecretario Hugo López-Gatell, son indefendibles. No se planificó con seriedad y a largo plazo y los costos han sido muy altos. Tampoco se planificó desde esas instancias, por un protagonismo absurdo, un programa de vacunación operativo y de largo plazo. Cuando Estados Unidos comenzó a planificar la vacunación en abril del año pasado, aquí se decía que la curva de la enfermedad iba a la baja y no se comenzó hasta diciembre, salvo en la Ciudad de México, que tomó previsiones y ha logrado una vacunación lenta, pero bien organizada.

Con todo, la Cancillería ha logrado, en un contexto internacional de carencia de vacunas, avances importantes, que deben ser justamente aquilatados. De acuerdo con lo que informó Marcelo Ebrard, se duplicará la cantidad de dosis semanales de Pfizer a partir de abril, para colocarse por encima del millón; se ampliará el contrato con Sinovac para recibir 20 millones de dosis de esa empresa china antes de que concluya julio. Ya se recibieron dos millones y medio de vacunas listas para aplicarse de la también china CanSinoBio, y el principio activo para envasar otros tres millones de dosis. Y en los próximos días, de aquí a fin de mes, se espera recibir dos millones de dosis de diferentes vacunas. Ojalá la planificación esté acorde con la disponibilidad.

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