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Aviación, la crisis de un modelo de gobierno

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Estamos en serios problemas en muchos ámbitos, desde la seguridad hasta la economía, desde la caída de las inversiones extranjeras (que, por cierto, no crecieron como se anunció: cayeron en el primer trimestre nada menos que el 29%) hasta una crisis anunciada y no remediada en el sector aeronáutico del país. Precisamente este capítulo, la degradación a categoría dos a la aviación mexicana, es, de alguna forma, el reflejo de los graves problemas de gobernanza que afectan a la actual administración.

La decisión de la FAA de degradar la categoría de México era previsible. Lo sabían las autoridades desde el mismo momento en que se realizó la auditoría que efectúa cotidianamente esa autoridad estadunidense. Ya había sido aplazada por la pandemia y cuando se realizó, a principios de año, nada se había previsto para superarla con éxito. Al contrario, el sector estuvo, en buena medida, abandonado, incluso ante la crisis que impuso la pandemia, México fue uno de los pocos países que no dio apoyo a su industria aérea y el presupuesto para la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC) se redujo en más de 100 millones de pesos. Como lo denunciaron en su momento pilotos y controladores, faltaba personal, capacitación, actualización de sistemas y controles de seguridad. Mientras se realizaba la auditoría de la FAA, se reemplazó a los mandos de la AFAC mexicana y no se tomó ninguna previsión para atender las demandas de los auditores.

No es verdad, como dice la SCT, que la auditoría estuvo mal hecha. Lo que es un desastre es la operación de la Secretaría de Comunicaciones. El abandono es grave porque, además, trasciende el tema de la degradación. Revertirla rápidamente no será sencillo porque hay problemas estructurales, no coyunturales. Hacerlo no es una cuestión diplomática o de operación política, requiere tomar medidas concretas, como se hizo en 2011, cuando, tras la bancarrota de Mexicana y como consecuencia de ella, también se degradó la aviación civil, pero se pudo revertir la situación en cuatro meses, sosteniendo reuniones casi semanales con las contrapartes estadunidenses y solucionando cada una de las objeciones, ésas sí coyunturales, que presentaron.

Por ejemplo, aquí hemos dicho que, más allá del debate sobre la cancelación de Texcoco, las obras del aeropuerto Felipe Ángeles se han realizado a tiempo y sin exceder el presupuesto estipulado. Será un buen aeropuerto, funcional y digno. Y todo indica que estará concluido para marzo del año próximo. Pero el problema no es el aeropuerto en sí. La parte que le corresponde asumir a Comunicaciones y Transportes y sin la cual el aeropuerto sencillamente no será funcional, está en pañales: no están construidos los accesos a ese aeropuerto y con el retraso que llevan esas obras es casi imposible que estén concluidas para marzo próximo, algunas prácticamente no se han iniciado.

Tampoco está concluido el diseño del espacio aéreo que debe realizar la empresa francesa NavBlue. La segunda etapa debe implementarse, precisamente, con la puesta en marcha del Felipe Ángeles. La primera etapa, ya en funcionamiento, por lo pronto, ha sido cuestionada por pilotos, aerolíneas y controladores aéreos.

Un problema adicional: el aeropuerto Felipe Ángeles, suponiendo que para marzo esté terminada la obra, concluidas las obras de conectividad, rediseñado el espacio aéreo y aprobado por las instancias internacionales, no podrá recibir vuelos internacionales, por lo menos no los que tengan origen y destino a Estados Unidos, porque la degradación a categoría dos impide agregar nuevos aeropuertos. Sería un puerto aéreo internacional que recibiría sólo vuelos del mercado doméstico, lo que, evidentemente, no lo hace rentable.

Y en medio de todo esto, que sería ya motivo de alarma para cualquier administración, el presidente López Obrador minimiza el problema y dice que será temporal y que sólo se hace para favorecer a líneas aéreas de Estados Unidos (ese es el efecto, pero no la causa) y la SCT tarda horas en responder a la medida y sólo dice que la auditoría estuvo mal hecha, sin mostrar, evidentemente, una sola prueba en ese sentido. Descalificar a la FAA no ayudará en nada a recuperar la categoría uno, como tampoco ayudó que se descalificara a Mitre para tratar de justificar la cancelación de Texcoco y para encargar la redefinición de espacio aéreo a la francesa NavBlue.

Es la forma, el estilo de gobernar y tomar decisiones, la operación y la estructura de un gabinete insólitamente débil, lo que se refleja en esta crisis aeronáutica.

 

MUJERES EMPODERADAS

Graciela Ortiz, la candidata del PRI en Chihuahua, declinó su candidatura en favor de Maru Campos, la aspirante del PAN, que sigue sumando apoyos, en un doble proyecto opositor, contra el gobierno federal, pero, sobre todo, contra el gobernador Javier Corral, que se queda cada día más solo.

Otra mujer que suma apoyos en forma constante es Lía Limón, candidata de la alianza opositora en la alcaldía de Álvaro Obregón, en la Ciudad de México. Lía, que comenzó muy abajo y con la extraña muerte de un aliado tan importante como Leonel Luna, ha logrado crecer a un ritmo vertiginoso y la mayoría de las encuestas ya la colocan por encima del candidato de Morena, Eduardo Santillán.

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