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Educación versus propaganda

Ingela Camba Ludlow

Ingela Camba Ludlow

La educación es ese tema en el que todo el mundo puede sentirse versado, sobre todo más versado que los demás. Señalar al otro con falta de educación —aunque es un insulto— es quizá uno un poco más refinado; pues habla de un tema del que se podría aprender y que no necesariamente tiene que ver con improperios verbales y genealógicos, como suele suceder, por ejemplo, en lugares tan disímiles como un mercado o la Cámara de Diputados.

Es un problema cuando se piensa que se ha recibido una buena educación y se admiten que les falta saber cosas. Curiosamente, ésos que creen saber menos saben más de su propio Estado que aquellos engreídos que se arropan en el narcisismo de tener una mejor educación.

Así pues, los maleducados de ambos bandos, que pueden ser más de dos, por supuesto, coinciden en que la educación es la solución o la salvación de un país. El futuro que permite disminuir la brecha de la desigualdad y pobreza. La idea de que el futuro de un país está en la educación es un concepto en el que la mayoría parece estar de acuerdo. Lo que quizá no queda tan claro es a qué nos referimos cuando pensamos en educación.

Podemos pensar que la educación es una mezcla compleja entre desarrollo y transmisión, que en el caso de los niños los llevaría a poder forjarse una vida y también a contribuir a la sociedad o el mundo en el que viven. Y, sin embargo, la educación puede ser un arma de doble filo en manos inmorales o enfermas del poder. Éste es el cruce entre las líneas de educación y propaganda. La palabra educar proviene de guiar, conducir hacia el conocimiento. ¿Guiar? ¿Hacia dónde? Es aquí donde se cruza con una temática muy criticada y la propaganda. Si quiere guiar hacia una ideología, ¿cómo saber si ésa es una ideología?

Cuando se está inmerso en un contexto cuya ideología la creemos la más moral de todas, nos puede parecer absolutamente natural la educación. ¿A qué valores universales está dirigida la educación? Ésa es una buena pregunta que quizá debamos intentar responder. También podemos pensar que la educación es la transmisión de conocimientos. Actualmente, desde la teoría del constructivismo se trabaja en desarrollar habilidades, que el conocimiento entre por las preguntas que se puede hacer el niño, más que una receta preparada para ingerir.

Antonio Pineda, de la Universidad Complutense de Madrid, señala que la educación desde el punto de vista de una instancia de poder es un medio propagandístico. ¿Cómo saber si nosotros fuimos sujetos de esa propaganda? Necesitamos voltear a ver a los historiadores para que nos ayuden a precisar aquello de lo que se guardan hechos. Las medias verdades son la estructura perfecta para que en una información que parece correcta se introduzca sutilmente un concepto tendencioso. Quizá la propaganda influye de maneras sutiles, o no tanto, en eso que llamamos el Ideal del yo, convirtiéndose en eso que debemos cumplir, reglas, consignas, ideales caciques… sistemas políticos.

La palabra propaganda proviene de propagare, que significa perpetuar, acrecentar, extender. El primer testimonio del uso de la palabra propaganda es la Sacra Congregatio de Propaganda Fide, que se traduce en la Sagrada Congregación para la Propagación de la Fe de la Iglesia católica y romana, de 1622, durante el papado de Gregorio XV. Un dato que invita a pensar.

La mejor propaganda es de la que no estamos conscientes. Los gobiernos totalitarios fueron exitosos porque lograron que el pueblo pensara como ellos requerían, pero la gente cree que piensa por sí misma. La finalidad de la educación, por tanto, debería ser aprender a pensar. Tener pensamiento crítico de aquello en lo que pensamos y de lo que otros piensan, así como tener la capacidad de criticar, como lo sugiere W. Biddle, el punto de vista que, se supone, debe aceptarse. ¿Cuál es la salida? En realidad es la entrada a la capacidad de cuestionarse.

El ser humano tiene posibilidades de crecimiento no por lo que sabe, sino por lo que puede preguntarse. Cuestionarse es la salvación al imperio de las ideologías. Hoy, el reto es cómo educar en la posverdad. ¿Como hacer que los niños investiguen y puedan tener la capacidad de discernir aquello que van encontrando? Así, hoy educar va más allá de la transmisión de conocimientos, implica el deber de cuestionarse acerca de las cosas y tener la capacidad de discernir. Y tú, ¿sobre qué te preguntas? Porque utilizar signos de interrogación no es preguntarse.

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