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Curar de empacho

Imagen de la Mujer

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Por Vasti Ramírez López

 

Dice mi mamá que de pequeña –pequeña nivel bebé–  mi abuelita me curaba de empacho; esa extraña enfermedad que le da a lxs niñxs y que es causante de una gran indigestión porque, seguro, algo se les pegó en el estómago. Comenzaba a untarme pan puerco en la barriga, me colocaba boca abajo y después, a jalar el pellejo. Posteriormente, me daba a beber del elixir de la salud, o sea, aceite de oliva mezclado con un estomaquil, y para consumar el acto, un tesito de hierbabuena y ¡santo remedio! Así me sanaba de todos los males.

Gracias abuelita.

Gracias mamá.

Ojalá todo fuera así de fácil. Unos estirones en la espalda de la sociedad y ¡pum!, cero delincuencia, cero inseguridad, cero violencia, pero no, la realidad no se cura con remedios caseros legendarios. La situación es más complicada.

Después del #8M, día en que miles de mujeres salimos a las calles para protestar por la violencia de la que somos objeto y tras #ElNueveNingunaSeMueve, lunes en que paramos para visibilizar cómo sería un día sin nosotras en caso de que desapareciéramos, las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) reportaron 24 casos de mujeres víctimas de homicidio doloso, ocurridos tan sólo en esos dos días.

La violencia no quedó ahí. El pasado jueves 10 de septiembre, con total brutalidad y represión, fuerzas policiacas desalojaron a mujeres, niñas y periodistas de las oficinas de la CNDH en Ecatepec después de ser tomadas pacíficamente como protesta, sin importarles, al menos simbólicamente, los derechos humanos.

Quienes, se supone, tendrían que cuidarnos nos violan, violentan y desalojan de manifestaciones pacíficas que tienen un objetivo: ¡exigir justicia! ¿Qué tipo de empacho es éste?

Estamos cansadas de la violencia que nos mata, desaparece y golpea; ésa que cobra la vida de diez mujeres al día por razones de género; ésa que invisibiliza la lucha feminista y, además, califica con adjetivos como “feminazi”; ésa que reduce todo a mera “histeria” u “hormonas desbalanceadas”; ésa que grita “mamacita, estás bien buena” en la calle o que toma fotos sin nuestro consentimiento en el transporte público; ésa que pasa por alto los paros, tomas y marchas de las estudiantes en distintas universidades públicas de nuestro país, comenzando por la máxima casa de estudios; ésa que condena con un “¿para qué estudias?, terminarás casándote”; ésa que se manifiesta de muchas formas más.

Estamos ante un contexto y una realidad social que exigen, de parte de todxs, una reflexión más profunda sobre la violencia de género. Comencemos por cuestionar las acciones que hemos normalizado, pero que no tendrían que suceder.

Necesitamos menos odio y más comprensión. Sentir la rabia de las víctimas y sobrevivientes que buscan una respuesta en la hoy Casa de Refugio Ni Una Menos México, porque en nuestro país los derechos humanos para las mujeres no existen.

Es momento de unirnos, de hacer hermandad, de manifestar sororidad. Construyamos canales de comunicación que, antes de bloquear tal o cual postura, sean incluyentes, para que a través de ellos escuchemos y comprendamos las múltiples posiciones.

Por nosotras; por las madres, hijas, estudiantas, trabajadoras, profesionistas, amantas, parejas, esposas, tías, sobrinas, amigas; por todas, porque merecemos un México distinto y queremos luchar por tenerlo. No aceptaremos más violencia. Cambiemos esta realidad que normaliza lo que nos daña y comencemos a trabajar en el remedio para este empacho.

                                                                @Vastirl

 

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