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Migrantes: del dicho al hecho…

Humberto Musacchio

Humberto Musacchio

La República de las letras

Los seres humanos migran. Lo han hecho siempre. Sus movimientos son determinados por las sequías, las inundaciones, el hambre, el desempleo, las guerras, las epidemias o las dictaduras. La Acnur (Agencia de la ONU para los Refugiados) estima –muy conservadoramente, por cierto— que en 2018 se desplazaron de su lugar de origen 70 millones 800 mil seres humanos, la mitad de ellos menores de edad.

Todas las personas descendemos de migrantes, y eso debe constituir un orgullo, pues nuestros antepasados requirieron decisión, valentía, inteligencia y muchas cosas más para abandonar el lugar de residencia en busca de algo mejor. En sus lugares de paso y de llegada debieron afrontar la desconfianza y hasta la hostilidad de los que ya eran residentes, pero también han sido beneficiarios de la solidaridad, como lo hemos visto en los últimos años en Chiapas y en todo el recorrido del ferrocarril llamado La Bestia. Gente a veces tan pobre como los recién llegados sabe tenderles la mano y les ofrece lo poco que tiene.

México cuenta con un formidable historial de solidaridad con quienes buscan refugio en nuestra tierra. Desde los primeros días como país independiente, llegaron fuereños en busca de una vida menos azarosa. A esos migrantes debemos aportes que han contribuido en forma decisiva al engrandecimiento de nuestro país.

Imposible olvidar la constante migración cubana del siglo XIX, que nos trajo a Heredia y a Martí, entre muchos más; que nos regaló a soldados que lucharon contra la agresión gringa de 1847 y le hicieron frente al imperio de Maximiliano, impuesto por las armas francesas.

El siglo XX es todavía más rico en el ámbito migratorio. En la revolución participaron combatientes llegados de varios países latinoamericanos y hasta un nieto de José Garibaldi, quien llegó desde Australia y se convirtió en miembro del Estado Mayor de Madero. Hasta aquí vinieron los estadunidenses que se negaban a marchar a la Primera Guerra Mundial y los enviados de Tercera Internacional.

En los años 20, convocados por los aires de cambio que dejó la revolución, se establecieron entre nosotros figuras como Edward Weston y Tina Modotti, quienes convivieron con gente de varias nacionalidades. Aquí, Víctor Raúl Haya de la Torre fundó el APRA, el más tradicional partido peruano; Julio Antonio Mella luchó contra la dictadura machadista que asolaba Cuba y Augusto César Sandino encontró comprensión y apoyo en diversos sectores sociales.

No puede olvidarse que a la migración judía debemos la introducción del crédito y la economía monetaria en las regiones más apartadas del país. Aquí hallaron refugio y solidaridad los perseguidos por el nazifascismo y con Lázaro Cárdenas a la cabeza, México abrió sus puertas a los republicanos españoles que aquí crearon empresas, fundaron escuelas, enriquecieron el debate intelectual e hicieron aportes de todo tipo al progreso de México.

Algo semejante, aunque en menor escala, significó el exilio guatemalteco de los años 50, el de los cubanos castristas y luego el de los anticastristas, Aquí vivió y enseñó Gerard Pierre-Charles, siempre soñando con derrocar a Papa Doc, el archicriminal dictador haitiano.

Después, México recibió a los perseguidos por las dictaduras latinoamericanas: argentinos, uruguayos, chilenos, peruanos, bolivianos, brasileños y hombres y mujeres de otros países. Sobra mencionar los inmensos beneficios de esa formidable migración.

Con tales antecedentes, es plausible el llamado del presidente López Obrador para no ser mezquinos con los migrantes, a desterrar las actitudes xenófobas, porque, dice AMLO, eso es “anticristiano” (y también antibudista y antishintoísta). “Tenemos que dar siempre buen trato a todos los seres humanos, (no importa que) hayan nacido en cualquier parte del mundo”.

Pues sí, pero lo cierto es que el humillante convenio con Estados Unidos nos ha convertido en una sucursal de la Migra, en perseguidores de los perseguidos que buscan una vida mejor. Se le redujeron drásticamente los recursos a la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados y se ha desplegado un inmenso dispositivo militar contra ellos, con un jefe de la Guardia Nacional que no oculta su talante represor, inhumano. Y eso, como resulta obvio, es contradictorio y anticristiano.

 

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