Ucrania, un riesgo global
Al presidente de EU, Joe Biden, esta tragedia le ha servido para recuperar terreno en la percepción y apoyo de su electorado; en los meses previos a la invasión, las encuestas reflejaban una caída de popularidad.
Regreso con gran gusto a este espacio después de una forzada ausencia por razones de salud, agradezco a esta casa editorial la oportunidad renovada.
Hasta el 24 de febrero de este año, nadie pensaba que era posible tener una guerra tradicional en el centro de Europa, con miles de hombres armados, bombas, misiles, destrucción de infraestructura construida a lo largo de décadas, salvo Vladimir Putin, presidente de Rusia, quien decide invadir a su vecino, Ucrania.
Lo justifica con una mentira evidente al decir que lo que busca es “desnazificar” ese país, con el cual Rusia tiene una compleja historia centenaria.
Desde finales del siglo XVIII y hasta principios del XX, las tierras ucranianas formaron parte de dos imperios: el austriaco (más tarde austrohúngaro) y el ruso. Tras resistir a los bolcheviques entre 1919 y 1921, Ucrania fue sometida por ellos hasta 1991, año en el que adquiere su independencia, con episodios terribles como el Holodomor (palabra ucraniana que significa “morir de hambre”), en el que alrededor de 7 millones de personas fallecieron de inanición por decisión de Stalin.
Con la idea de socavar el ánimo de los ucranianos, el ataque ruso se ha dirigido conscientemente a unidades habitacionales, hospitales, escuelas y hasta parques. A la fecha no se ha podido cuantificar el número de fallecimientos por la imposibilidad de rescatar los cadáveres enterrados bajo toneladas de cemento.
Hasta el 19 de septiembre, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha verificado 5,916 civiles fallecidos, 379 de ellos niños, y 8,616 heridos, aunque afirma que las cifras reales podrían ser considerablemente más altas.
La comunidad internacional ha condenado la invasión con una declaración de 143 de los 193 países miembros de la ONU, sólo cuatro países se unieron a Rusia para votar en contra: Nicaragua, Siria, Corea del Norte y Bielorrusia.
¿Hasta dónde el presidente ruso está dispuesto a llegar? ¿Podrá mantener la lealtad de su ejército, de la clase política con la que ha gobernado los 22 años que lleva en el poder? ¿Servirá el embargo impuesto por la OTAN?
No sabemos qué opinan los ciudadanos comunes y corrientes. Miles de familias están siendo separadas al establecerse la obligación de enlistar a los jóvenes en edad de combatir. Éstos son “entrenados” unos cuantos días en el uso de viejos rifles y enviados al frente de guerra.
Al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, esta tragedia le ha servido para recuperar terreno en la percepción y apoyo de su electorado; en los meses previos a la invasión, las encuestas reflejaban una caída permanente de popularidad en contraste con la del expresidente Trump, que insiste en volver a presentarse a las elecciones del 2024.
En nuestro caso y para sorpresa de muchos, el presidente López Obrador no sólo se abstuvo de criticar la violencia rusa, sino que presentó un plan para la paz que en su parte central sugería un alto a la violencia por un periodo de cinco años con la mediación del papa Francisco, el secretario general de la ONU y el primer ministro de la india, Narendra Modi (la iniciativa no tiene posibilidades de ser adoptada por la comunidad internacional).
Al mismo tiempo, dijo que la postura de México es de neutralidad “porque busca la paz, porque el territorio ha padecido de invasiones que nos han costado sangre, martirio, territorio, pero hay cosas que no alcanzamos a comprender” (sic).
Mykhailo Podoliak, asesor del presidente Zelenski, respondió en su cuenta de Twitter: “Los ‘pacificadores’ que utilizan la guerra como tema para sus propias relaciones públicas sólo provocan sorpresa. López Obrador, ¿su plan es mantener a millones bajo ocupación, aumentar el número de entierros masivos y dar tiempo a Rusia para renovar las reservas antes de la próxima ofensiva? Entonces su ‘plan’ es un plan ruso”.
* Con la colaboración de Antonio Ramírez Acevedo.
