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Realidades alternas

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

Para nuestra generación, el cobid marcará un antes y un después.
Más allá de que se descubra en el futuro mediato una vacuna.

Si uno quisiera creer en las declaraciones de la mayoría de los líderes políticos en el mundo para entender qué está pasando con la pandemia generada por el cobid, hacerse su propio juicio y actuar en consecuencia, tendría una difícil decisión que tomar, pues subsiste un alto grado de incertidumbre. La rapidez, densidad y alcance con la que se ha presentado tomó por sorpresa a gobiernos, organismos internacionales, bloques regionales, países y, por supuesto, a los ciudadanos.

Para nuestra generación, el cobid marcará un antes y un después. Más allá de que se descubra en el futuro mediato una vacuna que permita estabilizar primero para, eventualmente, debilitar y, tal vez, controlar este virus, todos hemos tenido que adoptar medidas preventivas a fin de evitar ser contagiados. Son innumerables las secuelas que ya tiene hoy en prácticamente todas las actividades e interacciones: las escenas de niños portando mascarillas, en las filas para el transporte público, con los transeúntes, todos o casi todos con tapabocas, playas vacías, estadios vacíos, todo ello forma un cuadro extraño, intrigante y, sobre todo, amenazante.

Sorprende cómo las cifras reportadas hoy por el periódico Milenio de fallecidos (46,688), sospechosos (90,022) y positivos (424,637) crecen cada día y, al igual que en el caso de  los homicidios violentos derivados de la inseguridad pública, nos vamos acostumbrando, perdemos la proporción de lo que significan, la tragedia humana de cada caso, las consecuencias familiares, económicas, emocionales que cada uno de ellos conlleva.

Se da a conocer que caen enfermos políticos, artistas, intelectuales, comentócratas, ¿pero quiénes  son esas decenas de miles que mueren cada día? ¿Cómo se infectaron? ¿No tuvieron acceso oportuno a un tratamiento, fueron rechazados en las clínicas del IMMS, del ISSTE, de Salud?  ¿Tomaron sus familiares medidas preventivas para no contaminarse. ¿Qué pensara el ahora desacreditado doctor Hugo López-Gatell? ¿Que es mejor no asustarnos con la verdad? ¿Que es más relevante aparentar que el gobierno está haciendo bien las cosas? ¿Que él es el líder que salvará a México de este mal? ¿Soñará que un día se le entregue el Águila Azteca? ¿Dormirá con la conciencia tranquila?  La ausencia de una política de monitoreo seria, incluyente, sólidamente fundada, nos deja en la absoluta ignorancia.

Es muy desalentador que, ni ante una tragedia de esta magnitud, el jefe del Ejecutivo se niegue a convocar a la instancia especialmente concebida para coordinar la respuesta de los tres niveles de gobierno en esta materia como lo es el Consejo de Salubridad General, cuya misión es: “Emitir disposiciones de carácter obligatorio en materia de salubridad general en todo el país mediante la definición de prioridades, la expedición de acuerdos y la formulación de opiniones del Poder Ejecutivo federal, para fortalecer la rectoría y la articulación del Sistema Nacional de Salud hacia el cabal cumplimiento del artículo 4 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos”.

No parece haber mejor momento para que dicho foro colegiado formado por los miembros del gabinete y especialistas del sector salud dictara con claridad las nuevas reglas de convivencia relacionadas con la salud, las obligaciones, prevenciones, protocolos a seguir, los mecanismos para inducir a la población a  cumplirlo y, en su caso, sancionar a quienes no lo hagan. Todos agradeceríamos la información que nos permita adaptarnos de la mejor manera posible.

 

Es un falso llamado a la “libertad individual” el que López Obrador hace sobe el uso de las mascarillas, se le olvida que hay algo que se llama el “interés público” o inclusive, la “seguridad nacional”, que se presentan cuando una amenaza o un riesgo tienen una  alta posibilidad de generar daños incalculables en la población. No es entendible esta especie de negación, de realidad alterna en la que parece vivir. Es sabido que el poder trastoca a las mejores mentes, que pocos hombres y mujeres resisten su seducción, perturba al más cuerdo. Lo hemos visto en México con casi todos los presidentes, en la medida que avanzaba su sexenio se volvieron intolerables ante las críticas, excluyeron de sus decisiones a sus más cercanos colaboradores, desoyeron el grito de la calle, ¿será inevitable en este caso, el que fue sin duda un líder social que peleó por décadas contra la prepotencia y soberbia de sus antecesores?

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