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¿Qué sigue? (III y final)

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

 

Continúan las secuelas de los compromisos adoptados por el gobierno mexicano con el de EU en materia migratoria a cambio de suspender la imposición de tarifas arancelarias a nuestras exportaciones, si se logra una reducción significativa de los flujos de familias centroamericanas.

Las cifras oficiales disponibles indican que el despliegue de contención de la Guardia Nacional en el sur del país, y de efectivos militares en el norte, más una agresiva operación de arrestos, retenes carreteros, inspecciones sorpresas en casas donde se escondían los migrantes, se tradujo en un elevado número de deportaciones de centroamericanos a sus países de origen. De enero a mayo de este año se ha deportado a 50,798 migrantes centroamericanos. En el mismo periodo del año pasado fueron 44,803, mientras que en 2017 la cifra fue de 29,083.

A lo anterior habrá que agregar el informe del INM del pasado 7 de julio, por el cual hizo saber que, a esa fecha, hay 18,503 hombres, mujeres y menores de edad en varias  ciudades fronterizas mexicanas esperando a que el gobierno de EU apruebe sus peticiones de asilo. Al carecerse de la infraestructura para alojarlos, viven hacinados en improvisadas instalaciones deportivas, estacionamientos o en las calles y parques de Tijuana, Piedras Negras, Nuevo Laredo.

Trump ha festejado lo anterior y lo usa para atacar a los demócratas por no aprobar los recursos que les ha solicitado para aumentar, aún más, los controles físicos en la frontera con México; además, ha estado amenazando con lanzar un extenso e intensivo operativo para detener y deportar a miles de indocumentados que se encuentran el interior de Estados Unidos.

Al escribir estas líneas, el Departamento de Seguridad Interna de nuestro vecino del norte emitió un comunicado por el cual limita de manera drástica la posibilidad que cualquier persona, de cualquier nacionalidad, que se presente en su frontera sur pueda pedir asilo; lo deberá hacer primero en México y permanecer aquí hasta que se resuelva su caso, es decir, es un acto unilateral que de facto nos hace un “tercer país seguro”.

Difícil predecir cómo evolucionará cada una de estas medidas. Lo que me parece claro es que Trump espera de México plena colaboración; por lo pronto nos felicita y reconoce frente a sus admiradores, será interesante ver si esta actitud se mantiene si el gobierno mexicano decide poner un límite a sus demandas.

El ambiente preelectoral en EU presenta ya una abierta y fuerte animosidad entre el presidente y los demócratas, tanto legisladores, como candidatos para competir por la presidencia en 2020. Por primera vez en la historia electoral de EU por la presidencia, los migrantes tendrán un lugar destacado.

El ejemplo de lo anterior es la racista y agresiva confrontación entre Trump contra cuatro jóvenes mujeres legisladoras demócratas que representan la diversidad racial, social y religiosa que caracteriza a la sociedad estadunidense: dos de ellas musulmanas, una de ellas nacida en Somalia, hoy ciudadana americana, la primera afroamericana que representa al estado de Massachussets, cuna del clan Kennedy,  una portorriqueña de origen, a sus 29 años, la legisladora más joven en la historia.

Como alertó John Brennan, un respetado y experimentado profesional de la seguridad y la inteligencia en Estados Unidos: “Nuestra Nación se encuentra en una encrucijada histórica –o bien seremos una sociedad dividida, racista, intolerante, como promueven Donald Trump y su partido– o un país que se enorgullece por su diversidad, inclusión y libertad de expresión. Nuestro futuro y tranquilidad están en riesgo”.

En suma, a diferencia de años pasados, donde la política migratoria de México y de Estados Unidos se consideraba un asunto doméstico y, por ende, no había que opinar, cuestionar, y menos tratar de influir en ello, hoy el escenario es distinto. Trump le impone a México tomar graves y difíciles decisiones en nuestra política migratoria y a la vez, ofende, amenaza y afecta a decenas de miles de mexicanos honrados, trabajadores, familias, que viven en ese país.

Evitar la confrontación con Trump es entendible y razonable, pero al ceder sin exigir respeto a nuestros paisanos, a sus derechos legales y humanos, a no proponer un diálogo bilateral que abarque los muchos otros temas que forman la relación entre los dos países, más allá del comercio y la migración; pugnar por la bilateralidad y no la unilateralidad, la consulta respetuosa y no las amenazas o imposición, pierde el gobierno y perdemos todos. Es tiempo de poner la pierna firme.

 

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