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Octavo round

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

Como balde de agua fría fue recibido el informe final de la investigación realizada por el fiscal Robert Mueller sobre la supuesta colusión de Trump y su equipo con el gobierno ruso en la elección presidencial, así como sus acciones para obstruir la aplicación de la ley. Los demócratas confiaban en que el resultado sería diferente, que daría elementos para enjuiciar al presidente o al menos obligarlo a renunciar. Todos los medios de comunicación, salvo la cadena de televisión Fox, reportaron con diversos niveles de sesgo partidista, que este sería el principio del fin de la era Trump. Todo indicaba que el ocupante de la Casa Blanca enfrentaba un ataque contundente desde varios frentes, que incluía a sus excolaboradores más cercanos, varios de los cuales ya han sido declarados culpables por delitos cuyas sentencias los llevarán a la cárcel. Las encuestas empezaban a mostrar, un descenso de popularidad en su base electoral. Sin embargo, la exoneración que hace el reporte del fiscal especial dio un giro dramático a la situación de la política interna en nuestro vecino del norte.

El trabajo que llevó a cabo Mueller, es un ejemplo de lo que debe ser una investigación rigurosa, apegada a derecho, exhaustiva: tomó más de dos años, costó cerca de 25 millones de dólares, entrevistó a 500 personas, emitió 2,800 citatorios, estudió miles de documentos, concluyó con un texto de 300 páginas. Su conclusión fue contundente: exoneró al presidente Trump y a su equipo de campaña de la supuesta colusión con Putin y las acusaciones de obstrucción de justicia.

Trump y los republicanos festejaron con enorme entusiasmo el resultado. El Presidente aprovechó para acusar a los demócratas y a los medios de haber generado un enorme daño a la democracia, a la política y a la población de su país.

En colaboraciones previas sobre este tema, comenté que desde el inicio de su gobierno, Trump fue objeto de serios cuestionamientos que ponían en riesgo la posibilidad de que terminara los cuatro años de su mandato presidencial. Este octavo round lo gana de manera contundente. Ha pasado a la ofensiva de tal manera, que son los demócratas los que están ahora contra las cuerdas. Trump garantiza así que será el candidato republicano en 2020 y aumenta sus posibilidades de ser reelecto.

Las instituciones responsables de aplicar la ley en Estados Unidos demostraron su vigencia y fortaleza. El fiscal Mueller es republicano, es decir, pertenece al mismo partido que el Presidente. Fue designado por el Departamento de Justicia, institución que forma parte del gabinete de Trump; su primer titular, el exsenador Jeff Sessions fue obligado a renunciar por el Presidente, por haberse disculpado de no poder participar en la investigación en virtud de haber sostenido una conversación con el embajador ruso durante la campaña. Su sucesor, otro republicano, respetó la absoluta independencia del abogado Mueller.

Estas son malas noticias para nuestro país. Como hemos visto en estos días, Trump ha empezado su campaña para reelegirse usando una vez más el asunto migratorio como eje de su discurso. En sus mítines es recibido con euforia, está más empoderado que nunca. Acusa a México “de no hacer nada” para detener a los migrantes centroamericanos y el flujo de drogas a su país. Amenaza con “cerrar la frontera” y derogar el tratado comercial original y no permitir que se firme el recién negociado.

El presidente López Obrador y su gabinete enfrentan una situación inédita en varios frentes: nunca un Presidente de Estados Unidos había ofendido de tal manera a México, no hay registro que la migración proveniente de México haya ocupado un lugar central en las campañas presidenciales.  No habíamos tenido que enfrentar la ola del populismo autoritario cargado de una visión xenófoba, racista, nacionalista que rechaza a los “otros”. ¿cómo reaccionar ante esta triste realidad que tanto afecta la vida de millones de paisanos?

Si bien durante muchas décadas se ha dado el tránsito de centroamericanos por nuestro territorio, nunca habíamos tenido que enfrentar la llegada simultánea de miles de familias huyendo de la miseria y violencia de Centroamérica. Es previsible que estos flujos continúen, pero con poca probabilidad de alcanzar su objetivo que es ser aceptados en Estados Unidos. ¿Qué hará México con ellos?

Por primera vez, estamos por convertirnos en un país de destino para migrantes, reto que pondrá a prueba nuestra tolerancia social y capacidad para recibirlos e integrarlos. ¿Seremos generosos como lo fuimos con los refugiados españoles, chilenos, argentinos y uruguayos? Dedicaré mi próxima entrega a tratar este enorme y complejo reto.

 

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