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Llegó el cambio

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

                “No tienes derecho a fallarnos”

                Ciclista anónimo al presidente López Obrador

No será nuevo para él vivir la responsabilidad inherente a las posiciones de poder, ser jefe de Gobierno de la Ciudad de México no es responsabilidad menor. Los que habitamos en esta megalópolis disfrutamos y sufrimos las oportunidades y problemas que se hacen también presentes en el resto del país: corrupción, violencia, pobreza, desequilibrios sociales, precario suministro de agua, deterioro ambiental, tráfico en ocasiones infernal; pero también de una rica oferta de museos, insuficientes, pero bien surtidas librerías, teatros, cines, restaurantes de excelencia mundial, deliciosas fondas, taquerías, mercados de flores , frutas y verduras.

Es obvio que no será lo mismo dirigir esta ciudad que gobernar al país. Menos ahora, donde problemas acumulados a lo largo de mucho tiempo, como son la creciente fragilidad de nuestra seguridad, la endémica corrupción, la indispensable necesidad de distribuir el ingreso de manera más justa, generar empleos estables, bien renumerados, mejorar y actualizar la calidad y orientación de la educación, entre otros muchos pendientes.

Todo lo anterior estará sujeto a lo que me parece el elemento central: recuperar la confianza que la mayoría de los mexicanos perdieron a lo largo de los años en las instituciones y las personas que han tenido la responsabilidad de dirigirlas; cumplir en los hechos con el compromiso de actuar apegado a la ley, dar forma y contenido al indispensable “Estado de derecho”, sin el cual ninguna sociedad puede alcanzar un desarrollo económico que beneficie a la mayoría de su población.

A lo anterior se suma un cambiante e incierto entorno internacional, cuya influencia en México es innegable. Tenemos una economía insertada a los vaivenes del comercio y las finanzas internacionales, a los efectos del cambio climático, al combate a la delincuencia trasnacional, a las luchas sociales por la equidad de géneros y el respeto a los derechos humanos, a las migraciones internacionales que sacuden a regiones enteras en varios puntos del mundo.

Países que gozaron de una estabilidad política y un crecimiento económico sin precedente en la historia de la humanidad enfrentan sacudidas sociales y cuestionamientos del orden vigente: está a prueba la Unión Europea, la inminente definición de la salida del Reino Unido y la turbulencia social surgida en Francia lo comprueban; China se proyecta como la gran potencia económica, el Medio Oriente sufre de guerras brutales y millones de personas viven en campos improvisados de refugiados.

América Latina no está exenta: Brasil tendrá un presidente que amenaza la democracia y los valores cívicos básicos, Venezuela y Nicaragua padecen gobiernos criminales, autoritarios. La violencia en Guatemala, El Salvador y Honduras expulsan a su población y nos plantea un desafío complejo con el que se ha estrenado la diplomacia del nuevo gobierno.

¿Y qué decir de nuestro socio comercial y vecino al norte? Difícil encontrar otro momento más complicado en la relación bilateral. La impredecibilidad de Trump, su forma de gobernar desconcierta a aliados y opositores. Con México ha sido agresivo, insultante. ¿Modificará su actitud, su altanería con el presidente López Obrador?

Corresponde ahora que el gobierno entrante defina la agenda que nos interese desarrollar con Estados Unidos, es indispensable hacerlo en plena coordinación entre las dependencias del gobierno federal, casi todas tienen interacción directa con nuestros vecinos. La aparente falta de acuerdo entre la Cancillería y la Secretaría de Gobernación sobre el deseo del gobierno de Trump de que México acepte ser un “filtro” de los peticionarios de asilo a ese país, sólo debilita nuestra posición negociadora.

Llegó el cambio político a México. Empieza una etapa que ha generado rechazo, miedo e incertidumbre, pero también una enorme y conmovedora esperanza.

López Obrador es el presidente legítimo de México. A los que creemos en las instituciones y en el Estado de derecho nos corresponde confiar y apostar porque tenga éxito en su gestión. Los retos son tan grandes que debemos aportar a ello con nuestras ideas, trabajo cotidiano, crítica constructiva. Hay que animar a nuestra familia, a colegas de trabajo y amigos a participar o al menos, interesarse en entender la vida pública; está demasiado en riesgo para creer que todo depende de un hombre.

Como dijo Liébano Saénz hace ocho días en Milenio: “participar en esta nueva etapa es obligado. La grandeza del país nunca ha sido resultado de algún milagro, y tampoco tarea de un hombre providencial… el país de todos significa que el cambio debe ser tarea de todos, en beneficio de todos”.

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