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Estados Unidos y su democracia (I)

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

La prestigiada revista inglesa The Economist celebró hace 12 años el triunfo de Barack Obama al ser electo presidente de Estados Unidos. Tituló su editorial America at its best (Estados Unidos en su mejor expresión), pues por primera vez en su historia los estadunidenses elegían un negro, con lo cual se esperaba poner fin a la larga historia de racismo y discriminación racial o, al menos, se rompía un tabú fundamental en la política y en la democracia de la cual se sienten legítimamente orgullosos.

Los ochos años de Obama en la Casa Blanca son hoy materia de controversia. Para algunos fue una decepción al no trascender en políticas públicas que modificaran de manera sostenida los viejos agravios raciales; para otros, su gestión fue exitosa al enfrentar  con éxito la crisis financiera de 2008, reformar el sistema de seguridad social, y enfrentar la amenaza del terrorismo islámico al ordenar un operativo militar para asesinar a Osama bin Laden.

La elección de Donald Trump vino a demostrar que la esperanza surgida con Barack Obama en realidad no había alterado la profunda discriminación racial que todavía permea en ese país. Trump ganó con un discurso racista, xenófobo, que movilizó a una buena parte de los electores que se sienten amenazados por la migración, por la pérdida de su identidad blanca y tal vez más importante, por representar los agravios que tienen en contra de un sistema que los margina, los desprecia y no los toma en cuenta. Trump los usó y los engañó al ofrecerles trabajar para ellos, logró borrar su historia como desarrollador inmobiliario caracterizado por fraudes, maniobras fiscales y financieras  ilegales. Lo que ha quedado claro es que en realidad su único interés, su objetivo es él mismo, alimentar su inacabable ego y narcisismo.

El hoy presidente electo Joe Biden, no puede ser más contrastante: es un hombre decente, sereno, maduro, con  décadas de experiencia en la política. Senador por más de 45 años, vicepresidente de su país, interlocutor y negociador con múltiples líderes del mundo. Con origen de clase media, es producto de su trabajo y dedicación honrada a la vida pública de Estados Unidos. En sus primeras declaraciones como candidato triunfador, mandó un mensaje de conciliación y unidad nacional. Demostró estar consciente que la agresividad de Trump ha calado en dividir a los americanos, animado a grupos radicales violentos, extremistas inclusive armados, que pudieran propiciar un ambiente de inestabilidad como nunca ha tenido lugar.

La toma de posesión por Biden será hasta el 20 de enero del año entrante. Se abre así un largo periodo de dos meses y medio con Trump en la Casa Blanca. La casi totalidad de los medios de comunicación (incluyendo la hasta ahora defensora a ultranza de Trump, Fox News) transmiten su preocupación por lo que el mandatario podrá hacer. No saben hasta dónde está dispuesto a llegar con su negativa a aceptar la derrota y amenazar con “dar la pelea”.

Todo indica que quiere hacer de su salida algo nunca visto. ¿Hasta cuándo y cómo reconocerá su derrota? ¿Hará un llamado a sus fieles para apoyarlo y generar una crisis de gobernabilidad? ¿Desconocerá la decisión de la Suprema Corte si no lo apoya? ¿Qué harán los líderes republicanos para obligarlo a conceder a fin de preservar no sólo la democracia, sino, además, su propia subsistencia política?

Difícil imaginar la escena tradicional cuando el presidente saliente saluda y felicita al electo en una ceremonia frente al Capitolio, seguida por cientos de millones de espectadores en todo el mundo y recibir el mensaje inaugural del nuevo líder. Complejo escenario que demanda inteligencia y sensatez del gobierno mexicano. Biden nos conoce bien, ha estado en México en varias ocasiones, seguro tiene formada una opinión sobre nuestras debilidades y fortalezas. Ha negociado la agenda bilateral al más alto nivel y supongo que nos ubica como un socio comercial relevante, que compartimos una compleja frontera, con una creciente influencia de los mexicoamericanos. Pero, como siempre ha sido, tampoco seremos de los temas prioritarios en su política exterior, ese lugar lo ocupan China, Rusia, seguidos de Corea del Norte, los países miembros de la OTAN, Israel y el Oriente Medio.

En suma, Biden es una buena noticia para el mundo y para México, también requerirá inteligencia para capitalizar su llegada. Sobre esto continuaré en mi próxima entrega.

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