Logo de Excélsior                                                        

Encrucijada migratoria (III). La movilidad humana

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

 

Así como se dice que “infancia es destino”, la ubicación geográfica de México lo ha determinado como un país de origen, destino y tránsito de grandes volúmenes de migrantes. Al norte, EU ha sido y sigue siendo un imán para millones de personas de todas las latitudes. La población que tiene es un verdadero mosaico de identidades nacionales, basta caminar por las calles de Nueva York o Los Ángeles para escuchar los más diversos idiomas o ver las vestimentas y colores de piel; todos en una permanente lucha por integrarse y convivir, respetando sus diferencias e identidades de origen.

El fantástico desarrollo económico de EU se explica en buena medida por la llegada de personas de otros países en búsqueda de un mejor destino. La famosa Estatua de la Libertad en Nueva York es un museo en el que se narra cómo millones de personas desembarcaron en esa isla familias enteras de orígenes remotos y humildes sin papeles y no hablando inglés (recomiendo la película de Charlie Chaplin, El Migrante), con la misma esperanza que hoy tienen los centroamericanos al llegar a nuestra frontera norte y ver las luces de las ciudades “del otro lado”. Para ser justos, EU sigue siendo el país en el mundo que más extranjeros recibe cada año a pesar de la xenofobia desatada por Trump. Cada año llegan cerca de un millón de personas por medio de las diversas figuras migratorias previstas en sus leyes para reunirse con sus familias, trabajar de manera temporal en labores agrícolas, en el sector de servicios turísticos como hotelería y en la construcción. El año pasado, cerca de 300 mil mexicanos emigraron por esta vía, lo cual nos indica que la idea de que nuestros paisanos ya no se van es engañosa, lo siguen haciendo, pero de manera legal.

En los últimos cinco años, los migrantes mexicanos que cruzaron la frontera sin papeles fueron menos que los centroamericanos. Eso se explica porque la presión demográfica en nuestro país ha disminuido de manera paulatina, la población en edad de emigrar encuentra opciones en México sin los costos y riesgos que implica irse indocumentados. Los “polleros” se convirtieron en delincuentes que abusan de ellos y les cobran cantidades muy onerosas, el enorme despliegue de la Patrulla Fronteriza, la construcción de bardas y por último, el uso de sensores, satélites y drones desplegados por Estados Unidos son un disuasivo adicional. Al menos desde la década de los 70, la mayoría de los detenidos y devueltos por la “migra” eran mexicanos. En las estadísticas oficiales del Departamento de Seguridad Interior se reportaban el número de personas detenidas en la frontera y todos aquellos de otra nacionalidad distinta a la nuestra se agrupaban bajo una sola categoría como OTMs —OtherthanMexicans—, otros que no son mexicanos). Por otra parte, un reciente estudio del MigrationPolicy Institute revela que los profesionistas mexicanos se han sumado a la corriente migratoria: en el año 2000 residían en ese país 269 mil; en 2017 alcanzaron la cifra de ¡678 mil! sólo atrás de los chinos, indios y filipinos; dicho de otra manera, uno de seis migrantes de México en los años 2013 al 2017 tenían grado de licenciatura contra uno de 20 en el periodo de 1996 a 2000. Lo que yo llamo “la silenciosa emigración” que ha tenido lugar de manera constante y creciente. Este fenómeno desconocido y no evaluado en México es otra expresión de la nueva etapa migratoria por la que atravesamos. Habla de que existe un mercado laboral binacional entre sectores económicos modernos, sofisticados, insertos en el cambio tecnológico que está revolucionando el mundo entero. ¿México pierde a sus mejores mentes? ¿Qué hacer? En esta encrucijada migratoria hay que redefinir la política de acercamiento a la comunidad mexicana residente en EU, cada día más empoderada, vibrante y activa. Debemos apoyarla y entender su lealtad dual: con el país donde viven y con el país donde nacieron y/o viven sus parientes. Cada año envían un monto de remesas crecientes, lo cual hizo bien el Presidente de México en agradecer.

Hablar de “migración” ha quedado rebasado, hay que entender conceptos como integración, asimilación y complementariedad laboral. Nos hemos visto como un país de emigrantes indocumentados, ahora transitamos hacia uno cuya población “sin papeles” emigra menos y lo hace de manera documentada. En mi opinión, la encrucijada migratoria en la que nos encontramos abre oportunidades para repensar nuestra posición como sociedad frente a la movilidad humana. Más allá de la coyuntura que plantea Trump, debemos pensar qué significan para México estas nuevas realidades. En mi próxima entrega: la ola (¿tsunami?) centroamericana.

 

Comparte en Redes Sociales

Más de Gustavo Mohar