Encrucijada migratoria (I)

Nuestros vecinos suelen actuar con hipocresía y conveniencia, siempre es bueno tener mano de obra barata. La agricultura, construcción y hotelería se benefician del duro esfuerzo de nuestros paisanos.

En casi cinco años en esta columna he abordado principalmente tres temas: migraciones internacionales, fronteras y seguridad. Lo he hecho con base en mi experiencia profesional, interés personal y convicción de que en nuestro país hace falta transmitir, explicar y orientar la relevancia que tiene para nuestra vida cotidiana lo que sucede en estos asuntos.

Hoy enfrentamos una encrucijada sin precedente en la historia de nuestra política migratoria: fronteras y seguridad. Tres factores principales la explican: (i) por primera vez el Presidente de Estados Unidos utiliza la migración desde la frontera con México como eje de su retórica política con distorsiones o abiertas mentiras dirigidas a su base electoral con las que busca reelegirse; (ii) la migración procedente de Honduras, Guatemala y El Salvador siempre ha existido, pero ahora se presenta en grupos de miles de personas viajando juntas que, en una buena parte, huyen de la violencia criminal que los amenaza, y (iii) el nuevo gobierno mexicano adoptó como eje de su política migratoria la defensa de los derechos humanos de los migrantes y decidió, en una primera reacción, facilitar el tránsito por nuestro territorio mediante una visa humanitaria.

Es por lo anterior que, en la serie de entregas que hoy inicio, trataré de exponer la complejidad de este escenario inédito, los retos que representa para la política exterior y doméstica del gobierno del presidente López Obrador, así como posibles opciones para enfrentarlos.

En mi vida profesional he tenido la oportunidad de trabajar en estos temas, participar en incontables discusiones, negociaciones y pláticas con colegas y amigos, donde siempre he aprendido algo; de allí se desprenden las primeras reflexiones que ahora comparto:

1. Sorprende que, siendo México un país de migrantes, este tema no ocupe nuestro interés por entender sus repercusiones. Basta recordar que, cerca de 10 millones de paisanos nacidos en México viven hoy en Estados Unidos, que envían cada año a sus familias más de 27 mil millones de dólares cada año.

2. Millones de familias reciben ese apoyo de sus parientes, la emigración ha dejado pueblos vacíos de hombres y jóvenes. Son miles los deudos de los que desaparecen en su recorrido hacia la frontera, víctimas de la delincuencia, las mujeres violadas, los niños que viajan solos, cientos de mutilados al caerse de La bestia. Algunos de estos casos ocupan unos minutos en las noticias, en los discursos falsos de legisladores demagogos que ni siquiera se ocupan de asignar recursos suficientes para paliar estas tragedias, ¿seremos ya una sociedad inmune a tanto dolor e injusticia?

3. Por décadas, la salida de paisanos arraigó la creencia de que teníamos el derecho a emigrar a Estados Unidos porque los “gringos nos necesitan, aun cuando no lo reconocen porque son hipócritas”. Se tiene la idea de, “¿qué harían sin nosotros?, como el cineasta Arau lo plasmó en su película Un día sin mexicanos

Nuestros vecinos suelen actuar con hipocresía y conveniencia, siempre es bueno tener mano de obra barata. La agricultura, construcción y hotelería todavía se benefician del duro esfuerzo de nuestros paisanos. Pero, en el fondo, es una expresión de la incapacidad de nuestra economía para retenerlos aquí.

4. Todos los países tienen el derecho de proteger sus fronteras y regular quién entra a su territorio y quién no. En México, no obstante las décadas de ser un país con enorme influencia de flujos migratorios, apenas en 2011 se promulgó la primera Ley de Migración y en 2012 se publicó su Reglamento. El Congreso reconoció en dicha Ley la existencia del Instituto Nacional de Migración, creado por el presidente Carlos Salinas de Gortari, mediante un decreto, en su último año de gobierno, es decir, ¡17 años después!

5. Muy pocos mexicanos viajan al sur de la frontera con Guatemala y no digamos Belice. ¿Qué sabemos de los miles de familias guatemaltecas que por generaciones han recogido la cosecha de café y plátano en el sureste de país en condiciones de explotación laboral? ¿Sabemos algo de la violencia criminal que enfrentan? Tanta o más que la que azota ciertas regiones de nuestro país.

Continuaré en mi próxima entrega desgranando la encrucijada migratoria en la que hoy nos encontramos.

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