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El virus (II)

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

El coronavirus sigue ocupando, con sobradas razones, la atención mundial. Cada día nos amanecemos con noticas más preocupantes sobre sus efectos letales crecientes y su penetración en prácticamente casi todos los países. Los gobiernos se ven rebasados en su infraestructura sanitaria y lo más grave es que no se ve en el horizonte una salida pronta.

Se han escrito todo tipo de análisis sobre el origen del virus, sus características moleculares, su silenciosa presencia, que nos convierte a todos en transmisores inconscientes. Dentro de los sectores “vulnerables” tenemos que incluir a los migrantes.

El Migration Policy Institute (MPI) publicó que “por lo menos 173 países, según la Organización Internacional de las Migraciones, han implementado prohibiciones de viaje, cerrado sus fronteras y otras medidas restrictivas para contener y mitigar la pandemia. Sumadas, son cerca de 33 mil 712 limitantes al 23 de marzo”.

En mi última entrega mencioné la preocupación por el efecto que tendrá esta pandemia en la comunidad migrante, tanto en los que cruzan por nuestro territorio, como aquellos que se quedan atorados en la frontera norte ante la imposibilidad de cruzar hacia Estados Unidos. Ahora describo brevemente el escenario que enfrentan nuestros paisanos que ya están en Estados Unidos.

El centro de estudios basado en Washington, Migration Policy Institute, publicó un espléndido reporte (Crisis within a Crisis: Immigration in the United States in a Time of COVID-19) sobre lo que el coronavirus representa para los migrantes que ya se encuentran en ese país, sobre todo para los indocumentados. Reproduzco sus principales conceptos:

* La pandemia global no conoce fronteras y por ello ha producido la vinculación entre la política migratoria del gobierno del presidente Trump y la política de salud.

* Antes de esta emergencia, Trump había establecido las medidas más restriccionistas en contra de los migrantes desde hace muchos años.

* Salvo los estadunidenses, empezó con la prohibición de nacionales chinos a ingresar a Estados Unidos y a todas aquellas personas provenientes de ese país.

* Esa limitante la extendió a otros países, incluyendo a Irán y a los miembros de la Unión Europea, Reino Unido e Irlanda.

* En una decisión sin precedente, terminó con la política de asilo en sus fronteras terrestres (léase con México), invocando una ley establecida en 1944 con motivo del fin de la Segunda Guerra Mundial.

* Trabajando con los gobiernos de Canadá y México cerró sus fronteras limitando el cruce a casos “esenciales” (sic) haciendo la salvedad para aquellos extranjeros que crucen con motivo de estudios, trabajo, salud, comercio, acabando, de facto, con el flujo de turistas mexicanos que cruzaban diariamente.

Nuestros paisanos que residen en ese país se verán especialmente afectados. Son cerca de 5 millones de hombres, mujeres y niños que viven sin los papeles necesarios para poder asistir a un hospital, recibir los apoyos económicos que Trump ha establecido; en su gran mayoría trabajan en el sector de servicios que, como en México, han sido cerrados o severamente restringidos, sin plazo previsto para reabrir: restaurantes, teatros, cines, labores domésticas, cuidado de menores de edad.

Desconozco cuántos centroamericanos siguen esperando en las ciudades fronterizas mexicanas que les resuelvan su solicitud de asilo en Estados Unidos, pero el número alcanza varias decenas de miles. Trump ha decido postergar sine día la solución a estos casos lo que conlleva a alargar indefinidamente su estancia en nuestro territorio. Por las condiciones en que viven, son un claro foco potencial de infección y, por ende, de propagación infecciosa. ¿Habrán tomado nota las Secretarias de Salud y de Gobernación? ¿Tendrán algún plan para prevenir que ello generar una expansión infecciosa de gran calado?

Por lo pronto, a cuidarnos todos y seamos solidarios con los más afectados en sus trabajos.

 

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