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El presidente Biden, “guantes de seda, puño de hierro”

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

La derrota de Donald Trump fue recibida en el mundo entero con un respiro de alegría y alivio. El juicio sobre su gestión ha sido implacable: “el peor presidente en la historia de Estados Unidos; se acabó la pesadilla. En la revuelta del 6 de enero pasado, la democracia estuvo en riesgo y el responsable tiene nombre y apellido”.

El fin de la era Trump abrió paso a un cambio radical en Estados Unidos. A menos de dos meses del relevo presidencial, la presencia de Joe Biden en la Casa Blanca no puede ser más contrastante. Con su actitud pausada, sensata, gestos de una auténtica sencillez, el nuevo mandatario no perdió tiempo en terminar con múltiples medidas de su antecesor, que construyeron un andamiaje antiinmigrante, racista y excluyente como pocas veces se había visto en la historia de ese país. Entre otras medidas, eliminó la posible expulsión de cerca de 800 mil jóvenes (la mayoría mexicanos) llevados a ese país por sus padres sin los papeles requeridos.

Católico practicante, por la muerte en un accidente automovilístico de su primera esposa e hija, Biden fue padre soltero por varios años. Es conocida su diaria rutina de trasladarse en tren a Washington cada mañana y regresar por la noche a atender a su familia, sufrió después la pérdida por cáncer de otro de sus hijos. Ha experimentado en carne propia el dolor más profundo que un ser humano puede enfrentar.

Político profesional, a los treinta años fue electo el senador más joven en la historia. Acumula hoy una larguísima experiencia internacional y doméstica, incluyendo ocho años como vicepresidente de Barack Obama.

Visitó México en varias ocasiones, en una de ellas pude presenciar su habilidad para dialogar con los funcionarios mexicanos, legisladores y estudiantes. En un intenso y agudo intercambio con el entonces canciller Jorge Castañeda, a propuesta de este último para construir una “alianza de largo aliento” entre los dos países, Biden contestó: “la palabra alianza conlleva muchas ramificaciones, no estoy seguro que México quisiera aliarse con Estados Unidos, por ejemplo, en nuestra inevitable confrontación con China, país que en poco tiempo será nuestro principal rival, más formidable aún que la Unión Soviética”.


 
Biden entendió en su campaña electoral que su principal tarea era detener y remontar la polarización social que Trump auspició, enfrentar de manera decidida y ambiciosa la pandemia que azota a su país, empezando por promover el uso del tapabocas mismo que utiliza en todo acto público y en la propia Casa Blanca, “por respeto a mis colaboradores”, inyectar a la economía enormes apoyos financieros masivos, tanto en forma de depósitos directos para apoyar el consumo cotidiano de las familias, como un paquete de estímulos fiscales y financieros sin precedente ($1.9 billones de dólares), además de la compra de cientos de millones de vacunas contra covid-19 para “aplicarse a toda la población”.

Será crítico que el gobierno de López Obrador entienda bien con quién tendrá que lidiar el resto de su tiempo en Palacio Nacional. Como mencioné arriba, Biden es un interlocutor serio, honesto e inteligente, pero ello no se debe confundir con debilidad.

Al escribir esta colaboración, su gobierno publicó un informe de inteligencia, oculto por Trump, sobre la responsabilidad del príncipe saudita Mohammed bin Salmán, probable próximo rey en ese país, en el asesinato del activista opositor Jamal Khashoggi en 2018. El secretario de Estado, Antony Blinken, experimentado diplomático de carrera, declaró que Estados Unidos está reevaluando su relación con Arabia Saudita, hasta hoy su aliado estratégico en el Medio Oriente, a la luz de su respeto a los derechos humanos; todo ello al mismo tiempo que se difunde el bombardeo por aviones estadunidenses en la frontera entre Iraq y Siria contra un grupo terrorista apoyado por Irán.

La frase “guantes de seda y puño de hierro” refleja bien al nuevo jefe en la Casa Blanca.

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