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Atraer y desarrollar talento (I)

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

A lo largo de seis años de tener la oportunidad de escribir esta colaboración he abordado fundamentalmente tres temas: las migraciones internacionales, la seguridad y las fronteras (Excélsior, México Global, 18 de agosto 2013). Cada uno de ellos ocupa un lugar destacado en la agenda de todos los países del mundo, siempre lo han sido, pero la globalización ha hecho evidente su enorme relevancia, sus riesgos y sus ventajas.

El control y la administración balanceada de las fronteras nacionales sigue siendo una de las expresiones de la soberanía de los países ¿cómo facilitar el tránsito de bienes y personas que implican grandes beneficios y a la vez prevenir que se convierta en una ventana para facilitar la llegada de delincuentes, terroristas, armas, drogas?

En seguridad, casi todas las sociedades occidentales sufren de diversos grados y expresiones de violencia criminal, ya sea por fanatismos religiosos, acceso ilimitado a armas, narcotráfico, trata y tráfico de personas. A ello se ha sumado la guerra cibernética por la cual se pudiera crear un caos inimaginable al hackear los sistemas informáticos en el mundo financiero, en el comercio, instalaciones estratégicas y militares.

La migración internacional de millones de personas es, como aquí he descrito, uno de los retos más formidables del siglo XXI. Donald Trump es el perfecto ejemplo de cómo engañar, distorsionar y mentir sobre los migrantes y los beneficios que ellos conllevan, no obstante que buena parte de su base electoral es descendiente de extranjeros o nacida en otro país. Por ejemplo, su madre y dos de sus esposas.

El debate se ha centrado en las migraciones indocumentadas de personas con bajos niveles educativos y limitadas capacidades profesionales, pero dejó de lado otra faceta de la movilidad humana transfronteriza de igual importancia: el enorme beneficio que aporta a la sociedad, la cultura y la economía de los países receptores de profesionistas, artistas, deportistas, científicos, nacidos en otras latitudes. Un botón de muestra: de los 379 premios Nobel entregados a estadunidenses, 100 nacieron fuera de ese país.

La revolución originada en 1989 con el uso comercial del internet fue un parteaguas en la manera en que nos comunicamos (Facebook, Instagram y Twitter tienen cerca de 3 mil 800 millones de usuarios activos; en China hay 725 millones de usuarios de celulares, en México, 65 millones). El comercio electrónico permite comprar y vender en forma instantánea todo tipo de servicios y mercancías (Amazon vende cada día productos a 19.5 millones de personas). Atrás de cada una de estas nuevas herramientas, sistemas y aplicaciones, está la investigación y desarrollo posterior de herramientas informáticas creadas por profesionistas especializados en tecnología de la información, matemáticas, estadísticas, sofisticados algoritmos de inteligencia artificial que resuelven en minutos problemas que no puede lograr la mente humana.

No es en balde el interés por parte de los gobiernos del mundo desarrollado y de varias potencias emergentes, de atraer a profesionistas de excelencia en estos temas: Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Francia China, Corea, la India, Singapur, Australia e Israel llevan años impulsando en sus universidades y centros de investigación especialidades en los temas arriba mencionados. Sólo en Estados Unidos estudian hoy maestrías y doctorados cerca de 50 mil estudiantes chinos.  Todos ellos han adaptado sus leyes migratorias para incentivarlos a permanecer en el país donde estudiaron o bien, emigrar con su familia para incorporarse a las empresas, centros de investigación, universidades, donde encuentran oportunidades para crear, innovar, proponer nuevos productos, sistemas, herramientas tecnológicas, que en muchos casos los han hecho multimillonarios.

Las sinergias logradas al concentrar miles de mentes brillantes han producido una plétora de emprendedores, de nuevas pequeñas empresas, proyectos de desarrollo e investigación compartidos entre los empresarios y las universidades. El icónico Silicon Valley es ya una marca mundialmente reconocida como el epicentro del cual surgieron los nuevos gigantes de la economía del futuro.

Esta realidad nos obliga a pensar y decidir dónde, cómo y cuándo nos podemos sumar a ella. De no hacerlo, estamos dejando pasar la oportunidad de abrir nuevos campos de trabajo, estudio e investigación para los niños y jóvenes mexicanos en los mercados laborales del futuro. De ello tratará mi próxima colaboración.

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