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Aduanas

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

De manera discreta, sin grandes aspavientos, sin declaraciones rimbombantes en las mañaneras, el 14 de julio pasado se publicó en el Diario Oficial de la Federación, el Decreto por el que se crea la Agencia Nacional de Aduanas de México, como un órgano descentralizado de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.

Usted podrá pensar cuál es la importancia, en qué le afecta esa decisión que parece un mero reacomodo burocrático más, que tal vez sólo enreda las cosas y afecta a quienes tienen, por su trabajo, lidiar con esta instancia gubernamental. Espero explicar que no es así, se trata de una decisión de la mayor relevancia.

Este gobierno tiene una forma peculiar, desconcertante, de hacer política pública. Es una mezcla de improvisación, de ocurrencia guiada por un afán de “cambio” puesto que todo, o casi todo lo hecho con anterioridad estuvo mal. Se busca asegurar su permanencia al plasmarlos en el marco legal que nos rige, desde la Constitución Política, “las leyes que de ella emanen”, los reglamentos o disposiciones administrativas.

No creo útil, estimado lector, cansarlo con explicaciones legales, de por sí confusas y poco atractivas, por lo que me limitaré a decir que este decreto tiene una relevancia mayor y de su implementación dependerá, en buena medida, la seguridad nacional, la seguridad pública, el comercio exterior del país y miles de empleos.

Las aduanas en todo el mundo siempre han sido importantes, son el “filtro” que todos los países utilizan para autorizar, prohibir, regular o condicionar que bienes de todo tipo, puedan salir o entrar a sus territorios.

Son, junto con la autoridad migratoria, el primer contacto que tenemos con las autoridades de otros países; los que hemos tenido el privilegio de viajar fuera de México, hemos experimentado esa rara sensación de temor ante la apertura de nuestro equipaje por un inspector, por lo general mal encarado, que revuelve nuestras cosas en busca de “algo ilegal”.

Recuerdo una experiencia que tuve al entrar a Buenos Aires, cuando los militares acababan de dar el golpe de Estado. El soldado habilitado de inspector aduanero me preguntó si era mexicano, si era “comunista”, sacó literalmente todo lo que traía en mi equipaje, encontró una botella de vino tinto que me había regalado un amigo uruguayo, “¿qué es esto?”, me preguntó con brusquedad, “un vino que me regaló un amigo”, le respondí. Enseguida sacó un sacacorchos, abrió la botella, tiró la mitad del vino, lo probó y me dijo: “puede pasar”.

Estas meras anécdotas las cito para dar contexto del poder que puede llegar a tener un agente aduanero en todo el mundo. Por eso me llamó la atención el siguiente párrafo en los Considerandos del decreto arriba citado:

“Que es conveniente realizar acciones que fortalezcan la seguridad nacional, principalmente en los puntos de acceso del país. Considerando preferentemente la contratación de personal que se haya destacado por ser garante de la transparencia, honestidad y servicio al pueblo de México, como es el caso de quienes pertenecen o han pertenecido a las Fuerzas Armadas, para incorporarse como personal del nuevo órgano administrativo desconcentrado”.

¿Hay información en el gobierno que justifique esta decisión? ¿Dónde quedarán los miles de inspectores aduanales especializados en esta sensible tarea? ¿No se está desperdiciando a hombres y mujeres honestos que conocen esta delicada tarea? ¿En verdad, sólo los militares son confiables y honestos? ¿No sería mejor mantenerlos en sus tareas naturales y no en labores que no conocen ni están entrenados para ellas? ¿No es exponerlos a ser sobornados, amenazados por los delincuentes que quieran introducir drogas, armas, dinero de origen ilegítimo?

Mala e improvisada reacción ante un asunto crítico que debe ser administrado con una visión de Estado, de largo plazo, que requiere desarrollar su capital humano, sus procesos, tecnología y doctrina basada en su integridad y profesionalismo, a fin de estar preparado para la inevitable globalización económica que nos espera en las décadas por venir.

 

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