Logo de Excélsior                                                        

Mirar hacia dentro (IV) Las adicciones

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

 

Sin embargo, más allá de la discusión sobre “la guerra contra las drogas”, están los efectos terribles de las víctimas de su consumo. Para los que padecen los devastadores efectos de una adicción —tanto el propio adicto, sus familiares y amigos—, la vida se puede convertir en un infierno. Parece un hecho incontrovertible que abatir la demanda ha sido totalmente insuficiente, no digamos para acabar, sino tan sólo para mitigar o desalentar la producción, distribución y venta de todo tipo de estupefacientes. Las ganancias que deja este negocio alientan a que surjan nuevos líderes y bandas.

Estados Unidos es el país que más drogas consume en el mundo. Las cifras oficiales son elocuentes: cerca de 23.5 millones de personas son consideradas adictas a un tipo de droga, es una población que va desde los 12 años hasta la tercera edad. Todas requerirían algún tipo de tratamiento, sin embargo, de ese gran total sólo el 11.2% tiene acceso a un centro especializado de rehabilitación, no obstante que hay cerca de 14 mil 500 centros de tratamiento para adictos, más miles de especialistas y hospitales con áreas dedicadas a esta tarea, fundaciones y organizaciones de la sociedad civil.

Por ser reconocido como uno de los mayores problemas de salud pública, el costo de operación y mantenimiento de estos centros lo solventan los tres ámbitos de gobierno: federal, estatal y municipal. La reforma sanitaria de Obama incluyó un seguro que cubre los gastos en que incurre el enfermo a una adicción o su familia, los equipara a la cobertura para enfermedades mentales. El abuso en el consumo de alcohol y drogas ilegales tiene un costo de cerca de ¡740 mil millones de dólares anuales! por pérdidas en la productividad, costo de los tratamientos y la atención a los delitos que conlleva.

Se invierten miles de millones de dólares en investigar el fenómeno en todas sus facetas, (www.nida.gov), desde el combate a los narcotraficantes, efectos en el cerebro de los consumidores, costos económicos y consecuencias sociales de su consumo. Se estima que en las cárceles de ese país hay cerca de 2 millones de reclusos, de los cuales un porcentaje no menor al 40% está preso por “delitos contra la salud”.

En México, el Consejo Nacional contra las Adicciones (www.conadic.gob.mx) es la autoridad responsable de fijar la política pública para prevenir, orientar y educar a la ciudadanía sobre los riesgos que implica el consumo de alcohol y estupefacientes. En su última encuesta realizada en 2016, aporta algunos datos ilustradores: en México hay 546 mil personas con “posible dependencia”, de las cuales el 20% recibió “algún tipo de tratamiento”, el consumo de marihuana por menores de edad creció en cinco años: del 2.9% al 6.2%, en el caso de la cocaína, el porcentaje se mantiene estable: 3.5% de la población entre 12 y 65 años la ha consumido. 

Proliferan “anexos”, granjas y clínicas que se supone se especializan en el tratamiento de los adictos. La cifra es que sólo 345 de éstas han sido certificadas por las autoridades, cuando hay miles distribuidas en el país. Las historias sobre abusos, maltratos, engaños y extorsión que sufren los enfermos y sus familiares son difíciles de creer. La gran parte son dirigidas por adictos en recuperación, sus tratamientos son a veces con violencia física o mental, humillaciones, pésimas condiciones de higiene y de alimentos; pueden llegar a tener condiciones tan deplorables que pueden causar la muerte.

Sería injusto hacer esa crítica sin reconocer también que hay lugares de excelencia. Hay albergues como la Quinta Santa María en Hidalgo, oasis para los enfermos y sus parientes. Este tipo de centros están dirigidos por personas que pudieron salir de su propio infierno, con una calidad y sensibilidad humana extraordinarias, en instalaciones modestas, pero dignas. El compromiso y pasión con que estos verdaderos héroes anónimos hacen su tarea es una esperanza ante el desolado escenario nacional en materia de infraestructura de atención a personas con problemas de adicción.

Sí, tenemos razón en exigir al gobierno de Estados Unidos que asuma su responsabilidad por ser el principal demandante de las drogas que se producen o transitan por nuestro territorio; por la violencia y corrosión social que ello ha implicado para México. Pero también hay que mirar hacia adentro y aceptar que no hemos sido miopes, sino más bien irresponsables en no atender la relevancia que tiene la prevención y recuperación de las víctimas de las drogas. Un dato lo dice todo: sólo 50 personas trabajan en la Conadic, cuyo presupuesto en 2017 fue de $25, 480,155.00 pesos, que representan el .04%, es decir, ni el 1% de los $6,000,000,000.00 de pesos que tiene asignado el INE para este año. Usted dirá...

 

 

Comparte en Redes Sociales

Más de Gustavo Mohar