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Trump, el cruel

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

“Cuando México nos manda a su gente

                no son los mejores… son los que traen

                las drogas, el crimen, son violadores;

                y supongo, algunos son buenos.”

                Donald Trump.

 

 

La trama de la serie es compleja, por lo que no pretendo elaborar sobre ella, me limito a recomendársela a usted si no la ha visto. Lo que quiero destacar es que deja claro cómo la crueldad de los dirigentes genera un ambiente constante de violencia extrema, de pasiones perversas, celos, envidias y, sobre todo, de una ambición desmedida por el poder.

Hay tres personajes que me permito destacar. Aerys II Targaryen, recordado como el Rey Loco, quien inicia una larga etapa de guerras fratricidas, al perder la razón  comete todo tipo de arbitrariedades, recordado como el más tirano de todos. Una mujer llamada Cersei Lannister, quien personifica la sed insaciable por el poder, con un orgullo ilimitado y un ánimo de venganza que la lleva a cometer actos atroces contra quien se opone a su voluntad. El segundo es su hijo, Joffrey Baratheon, un narcisista absoluto que actúa como niño berrinchudo, incapaz de medir sus reacciones y sádico con gente inocente; se rodea de incondicionales que le justifican sus actos, pues no tolera la menor crítica o disidencia.

La serie es una historia basada en una novela de ficción, pero las decisiones que Donald Trump ha tomado en materia migratoria son reales, el lenguaje y el tono que imprime a sus declaraciones han dado pauta para que agentes migratorios y policías actúen con exceso de fuerza, discriminación y abuso, algunos ejemplos:

Al celebrar un acto público con diversas fuerzas policiacas, incluyendo la responsable de las deportaciones de indocumentados (conocida por sus siglas en inglés como ICE), se refirió a la pandilla M13 como “esos animales” y los instó a no detenerse para “destruirlos”. ¿Se imagina usted cómo van a reaccionar los responsables de cumplir este mandato?

Trump no sabe, ni le importaría, que fue el gobierno de Estados Unidos el que deportó hace años a miles de estos delincuentes a El Salvador, Honduras y Guatemala, países que hoy sufren de una enorme inseguridad que ha llevado a miles de personas a huir del terror impuesto por estas pandillas.

El Sr. Mynor Espinoza, migrante guatemalteco radicado hace años en Estados Unidos, logró juntar el dinero para que le llevaran a su hijo de nueve años cruzando la frontera mexicana; el menor fue detenido, pero se le concedió permiso de quedarse mientras sus abogados litigaban que no lo deportaran. Los agentes de ICE citaron al menor para un supuesto trámite, al presentarse con su padre, éste fue arrestado y devuelto de inmediato a Guatemala. Como declaró el abogado del niño: “engañar a su padre con el objeto de separarlo de su hijo es una práctica deleznable e inhumana nunca vista”.

Un grupo de racistas xenófobos promovió en internet una supuesta campaña de Starbucks que prometía cupones de descuento; escrita en español, atrajo a indocumentados hispanos, los autores reportaban su presencia a la agencia migratoria para que fueran por ellos y los arrestaran.

El asesor principal de Trump en materia migratoria se llama Stephen Miller, conocido por sus posiciones antimigrantes. Un compañero de secundaria de este siniestro personaje declaró que Miller le dijo que “no podía ser su amigo por su herencia latina”. Es autor de una iniciativa de ley que, de ser aprobada en el Congreso, reduciría a la mitad el número de personas que esperan recibir permiso para poder quedarse en Estados Unidos. Además, hará mucho más difícil que los inmigrantes logren reunir a sus familiares que se quedaron en su país de origen. Rompe con ello el concepto de “reunificación familiar”, eje de la política migratoria desde la década de los sesenta.

Adam Shah, de la organización Jobs With Justice, declaró: “con esta iniciativa, Trump quiere revivir la política supremacista del siglo XIX, acabar con el principio de Estados Unidos como un país de migrantes, romper familias, destruir comunidades y cambiar los valores que dieron origen a Estados Unidos”.

La analogía con Game of Thrones es pertinente porque la serie cuenta historias sobre la lucha y ejercicio del poder en un ambiente donde las reglas del juego no están dictadas por instituciones, sino por la moral (o la falta de ella) y fuerza relativa de individuos. Trump entiende el poder de una manera similar, de allí su desdén por los migrantes, los militares, la comunidad de inteligencia, los diplomáticos profesionales, los medios de comunicación y, ahora, hasta sus colegas legisladores. Qué peligro.

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