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Dime con quién andas…

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

Si bien tenemos esta tradición de política exterior multilateral de vanguardia, por la dimensión económica de México, nuestros intereses en esta materia se concentran con los países vecinos: Estados Unidos de manera preponderante, Centroamérica cada día más, el Caribe y la llamada “tercera frontera”, por nuestra solidaridad histórica con Cuba.

La población en general no le da importancia a otros temas de la agenda global, como los conflictos armados que tienen lugar en regiones lejanas, los millones de refugiados que viven en condiciones atroces en campamentos improvisados y las hambrunas africanas. Sin ir tan lejos, los países de América del Sur sólo son noticia en nuestro país cuando enfrentan una crisis severa como la que hoy sufre Venezuela. 

Por eso nos pasaron desapercibidas dos decisiones que tomó Trump que no nos afectan de manera directa porque reafirman los valores que anima el actuar de este personaje: el acuerdo sobre refugiados con Australia y la invitación al presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte.

Veamos el primer caso: Australia pasó de tener una política migratoria y de refugio abierta y generosa, a una de control, discriminación y exclusión. Su primer ministro, Malcolm Turnbull, un empresario millonario igual que Trump, estableció una política por la cual los peticionarios de refugio que llegan a tierras australianas o son detenidos en el mar cerca de sus costas, son recluidos en dos islas lejanas, Nauru y Manus, ubicadas en Papua Nueva Guinea. En éstas deben esperar meses o hasta años la decisión del gobierno australiano si son o no aceptados. Viven en condiciones deplorables, semiincomunicados, en una especie de “prisión natural”; esta medida ha sido duramente criticada por las organizaciones humanitarias y de derechos humanos; cosa que al señor Turnbull le tiene sin cuidado.

Ayer, ambos líderes firmaron un acuerdo por el cual Estados Unidos recibirá a mil 250 refugiados de Afganistán, Irán, Malasia y Vietnam, a cambio de que Australia reciba a mil 200 personas —de El Salvador, Honduras y Guatemala— que han pedido asilo en un centro de procesamiento de Estados Unidos, ubicado en Costa Rica.

Es aberrante constatar la obsesión estadunidense por disuadir a los migrantes o, mejor dicho, a los que desesperados huyen de la guerra, la violencia y la pobreza extrema de Centroamérica o intenten unirse con sus familias que radican en Estados Unidos. Con la firma de este acuerdo enfrentarían la posibilidad de ser enviados ¡a los mares del sur!

El segundo caso es la invitación que Trump le hizo al presidente Rodrigo Duterte de visitar Washington después de sostener “una cordial conversación”. No le importó que a este individuo se le acusa de asesinato al imponer en su país una política de exterminio, de homicidios “en caliente” a toda aquella persona ligada con el tráfico de drogas. Él ha dicho: “Estaría muy contento de aniquilarlos yo mismo”.

De junio de 2016, cuando tomó posesión, a marzo de este año, se estima que la policía ha asesinado a tres mil 600 personas, cifra que podría llegar a siete mil ejecuciones directas, sin ningún tipo de juicio o proceso. A su antecesor, Ferdinand Marcos, terrible dictador por casi 20 años, se le acusa de mandar matar a tres mil 300 periodistas o miembros de la oposición.

Duterte tuvo una infancia de violencia, no obstante ser hijo de una familia acomodada. De niño fue abusado sexualmente, cuando tenía 17 años mató a un hombre en una pelea callejera, su padre le aconsejó estudiar leyes “para defenderse él mismo, pues suponía le esperaba una vida llena de problemas”. Se graduó como abogado y entró a la política; muy pronto fue alcalde de Davao, ciudad donde ganó fama por gobernar con puño de hierro. Creó un escuadrón de la muerte, con sicarios y asesinos a sueldo, varios de los cuales forman hoy parte de su gobierno.

Trump invitó a este siniestro personaje, bajo el argumento que forma parte de su estrategia de aislamiento y contención con Corea del Norte. Lo curioso es que el mandatario filipino le contestó que no podía aceptar su invitación, ya que tenía previsto viajar antes a Rusia e Israel…

Dos casos en apariencia lejanos a nosotros no lo son, nos muestran señales de alertar sobre los valores inhumanos y el frío pragmatismo de quien parece decidido a atacar la tranquilidad, esperanza y futuro de millones de nuestros paisanos.

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