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Segundo round, segundo

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

Los supuestos términos de la conversación con el presidente Peña Nieto que se filtraron a la prensa, donde Trump se expresó con desdén y arrogancia sobre el papel de las fuerzas armadas mexicanas en el combate al narcotráfico, lo que parece ser una reacción de venganza y berrinche.

Era de extrañar que no hubiera aparecido en su agenda con México el asunto de la seguridad relacionada con el trasiego de narcóticos y la amenaza que representan los cárteles de la droga. Como era de esperarse, su visión se basa en la falacia de que el mal está en la oferta y no en la demanda. Se le olvida que México es un lugar de producción y tránsito, porque en Estados Unidos hay más de 20 millones de consumidores; que el narco es poderoso porque puede adquirir las armas y municiones que quiera en su territorio, y que el dinero que obtienen los cárteles se lava en el sistema financiero y mediante el contrabando en efectivo hacia México.

No se le ha ocurrido que su “fantástico muro” y los cinco mil agentes adicionales de la Patrulla Fronteriza, que van a “enfrentar” a menores de edad, mujeres y hombres inocentes y vulnerables, deberían servir para detener esos flujos de armas hacia el sur, que tanto daño le han hecho a México. El tema da para mucho y prefiero abordarlo en otra ocasión.

Ahora, otra de sus improvisadas “Órdenes Ejecutivas” le ha generado una segunda gran afrenta y tal vez, una estrepitosa derrota; aquella por la cual vetó la entrada temporal de nacionales de siete países y de manera definitiva a los sirios. Su decisión fue llevada ante los tribunales y hasta el momento dos instancias han resuelto la ilegalidad de la misma por la falta de fundamento, al sostener que todos los libios, iraníes, iraquíes, somalíes, sudaneses, yemenitas y sirios pueden ser  “un riesgo a la seguridad nacional de Estados Unidos”.

El veto niega algunos hechos que lo deslegitiman desde un punto de vista geopolítico, económico, social, moral, de justicia elemental y respeto a los derechos humanos. Los siguientes datos los hacen evidentes:

*De los 784 mil refugiados que han llegado y residen en Estados Unidos desde el 11 de septiembre del 2001, sólo tres han sido arrestados por planear actividades terroristas, de los cuales dos pensaban hacer sus operaciones fuera de ese país.

*Los actos terroristas sufridos en distintas ciudades de Estados Unidos fueron ejecutados por ciudadanos estadunidenses convertidos al terrorismo islámico.

*Para obtener una visa de refugiado, los ciudadanos de los países arriba mencionados son sujetos por el FBI y los Departamentos de Seguridad Interna y de Estado a un riguroso escrutinio de sus antecedentes, trámite que dilata de 18 a 24 meses.

*La población de los siete países afectados rebasa los 220 millones de seres humanos, cuando se estima que los grupos terroristas cuentan sólo con algunas decenas de miles de reclutas. 

*La guerra que tiene lugar en Siria ha sido reconocida por Naciones Unidas como una tragedia humanitaria: cerca de 11 millones de personas han dejado sus hogares desde marzo de 2011; más de un millón ha solicitado asilo en Europa, han muerto más de tres mil 770 niños y adultos ahogados en el Mediterráneo en su intento por salvar su vida y llegar a costas europeas; la ciudad de Alepo ha sufrido una devastación similar a la provocada por los bombardeos nazis en la Segunda Guerra Mundial. Todo esto no es suficiente en términos de sufrimiento humano como para que ahora el presidente Trump les niegue el ingreso a Estados Unidos a niños, hombres y mujeres de ese país.

Más allá de que su decisión sea declarada constitucional o no por la Suprema Corte, por lo pronto Trump ha sufrido una derrota monumental. Trump tuiteó su enojo y se refirió al juez responsable con sarcasmo e insultos. Esto hizo que el candidato que él eligió para la vacante de la Suprema Corte, un prestigiado abogado de corte conservador, declarará que tal reacción era “desalentadora”. Como escribió el New York Times: “Aquel juez que no esté de acuerdo con él, se convierte en su enemigo personal”.

En suma, el ocupante de la Casa Blanca ha perdido una nueva batalla. Veremos qué tanto aguanta si sigue con sus decisiones improvisadas, basadas en prejuicios y simplismos más que en la ley, las realidades de la política doméstica e internacional, los datos duros. A ver si empieza a escuchar a las instituciones de seguridad nacional, justicia y aplicación de la ley, y a un creciente número de republicanos que ven con preocupación que en unas semanas su popularidad ha caído a un ritmo sin precedente.

Suena la campana, ha perdido un segundo round.

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