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Respuestas a Trump, el contexto (I)

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

El común denominador de estos hechos es el repudio a la globalización (en particular contra el libre comercio), las élites y la migración, desatado mediante un discurso nacionalista y populista.

La migración internacional es hoy uno de los temas más polémicos en muchos países del mundo; la crisis de los refugiados en la Unión Europea puede ser la punta de lanza para su desintegración, Reino Unido ya dio el primer paso. ¿Seguirán otros?

Entre 2004 y 2014, 81% de los hogares en Estados Unidos vio disminuir sus ingresos en términos reales. Trump supo capitalizar el enojo derivado de este hecho y a ello sumó las pulsiones racistas de ciertos sectores de la población estadunidense. Asimismo, aprovechó los embudos que crean las redes sociales para proyectar rápidamente rumores, verdades a medias y mentiras para radicalizar a sus seguidores. Como dijo alguien hace poco: “Trump no les habló a la cabeza a sus compatriotas, les habló al hígado”.

Ésta es la primera vez que nuestro país se ha visto envuelto en el proceso electoral para elegir al Presidente de la nación más poderosa del mundo. El ahora Presidente electo estigmatizó lo mexicano: la frontera común que compartimos, las relaciones comerciales que mantenemos y también a nuestra gente que vive en ese país. Más allá de los temas específicos que abordaré en las siguientes entregas, quiero destacar que lo más grave que han provocado las acusaciones hechas por Trump es que hicieron retroceder los avances logrados —con un gran esfuerzo— en superar la desconfianza mutua que caracterizó la relación entre ambas sociedades desde el siglo antepasado.

Si bien al gobierno estadunidense le preocupa el narcotráfico y la migración indocumentada, su prioridad siempre ha sido garantizar la estabilidad política en nuestro país. No quieren ver llegar a su frontera a miles de mexicanos huyendo de la violencia o un Estado controlado por el crimen organizado o menos aún, a un Estado “fallido”, como quisieron etiquetarnos hace unos años.

Por eso la comunidad de inteligencia nos analiza con detenimiento, conoce muy bien nuestras fortalezas y debilidades, entiende la importancia que México tiene para la seguridad nacional de su país.

Hace unos años un colega cercano a la Casa Blanca me comentó que, para preparar la visita del entonces presidente Bill Clinton a México, le organizaron comidas y cenas con académicos y expertos en la relación bilateral; resúmenes de los libros más pertinentes sobre política, historia, economía mexicana, perfiles de sus interlocutores con análisis de inteligencia sobre sus antecedentes profesionales y personales. Cuando aterrizó en México tenía un conocimiento detallado sobre lo que quería obtener y qué podía esperar.

Trump usó una retórica de mentiras, verdades a medias con distorsiones que calaron hondo en una buena parte de su electorado con frases como: “(...) la frontera mexicana hoy es paso para violadores, delincuentes y algunas buenas personas, de allí que hay que construir un enorme muro que pagarán los mexicanos; los indocumentados violaron la ley, son de nuevo una carga para la sociedad, de allí hay que deportar a once millones; el Tratado de Libre Comercio firmado con México y Canadá es el peor de la historia, por eso hay que renegociarlo o salirnos de él (...)”. ¿Cambiará su actitud y sobre todo sus acciones contra nuestro país, cuando le informen lo que está en juego con su retórica antimexicana?

¿Arriesgará al TLC sabiendo que se perderían seis millones de empleos en su propio país? ¿Insistirá en “la muralla” cuando sepa que le costará cerca de 25 mil millones de dólares que el Congreso no le aprobará, como adelantó el líder de los republicanos en la Cámara de Representantes? ¿Reconocerá que deportar once millones de personas no es sólo imposible para las agencias que tendrían que hacerlo, pero una pérdida de mano de obra indispensable en varios sectores de la economía? ¿Arriesgará una revuelta estudiantil si decide expulsar a los llamados dreamers, jóvenes mexicanos que recibieron la protección de Obama de no ser deportados por haber llegado a ese país siendo menores de edad?

La elección de este personaje sin experiencia política, inculto, visceral y errático, lo hace hoy impredecible como Presidente. Hay un consenso que todo es posible: un Trump que entra en razón y se deja guiar por gente sensata y experimentada, o que rompe la ley y gobierna con sus familiares, (por lo pronto sus primeras designaciones son ominosas en ambos sentidos). Podrá ser un Presidente repudiado en las elecciones intermedias dentro de dos años y expulsado de la Casa Blanca en 2022, o el que logra imponer un retroceso histórico hacia un conservadurismo retrógrado.

No es consuelo, pero su agenda doméstica e internacional tiene otros temas de más alcance y conflicto potencial, que la relación con México. Sólo como ejemplos: lograr la aprobación de un presupuesto trillonario para invertir en infraestructura, a la par de la reducción fiscal más grande en la historia de su país; tendrá que definir qué hacer con la reforma de salud de Obama, establecer los términos de su relación con la Unión Europea, con la OTAN, China, Rusia, el acuerdo nuclear con Irán y determinar si en verdad cree que Japón y Corea del Sur deben desarrollar bombas nucleares. ¿Podrá disciplinarse para atender la enorme y compleja agenda que implica el cargo político más poderoso en el mundo?

Respecto a México, sin ser prioridad en su agenda, sí puede tomar decisiones el primer día de su gobierno, por ello en mi próxima entrega abordaré qué podemos esperar y daré algunas propuestas de cómo prepararnos. Urge sumar ideas, alianzas, políticas internas y estrategia negociadora como tal vez nunca antes lo habíamos requerido con nuestro vecino.

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