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En búsqueda de la confianza perdida

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

Son muchos los hechos insólitos que hemos vivido. Los innecesarios plebiscitos convocados por el presidente Santos de Colombia (ahora Premio Nobel de la Paz) que se convirtió en un rechazo a los acuerdos de paz alcanzados después de cuatro años de difíciles y complejas negociaciones con el grupo guerrillero FARC, y el confiado referéndum del primer ministro inglés James Cameron, que propició la tan sorpresiva como absurda salida del Reino Unido de la Unión Europea. A estos dos hechos se suma que un xenófobo, ignorante y mentiroso como es Trump, haya quedado nominado como candidato a la presidencia de Estados Unidos. Las acusaciones de corrupción contra el admirado expresidente Lula de Brasil, el encarcelamiento del presidente de Guatemala, general Otto Pérez Molina, la caída y crisis de gobiernos autoproclamados de izquierda en Argentina y Venezuela. También Obama sorprende al mundo y restablece relaciones con Cuba y se presenta un fortalecimiento político de partidos ultraconservadores con tintes fascistas en Austria, Alemania, Hungría, Polonia y Francia.
     Cada uno de estos hechos puede entenderse dentro de su contexto específico, sin embargo, para efecto de esta columna, destaco dos aspectos que permean en todo el mundo: la lejanía y desconocimiento que tienen los gobernantes de sus propios electores y la desconfianza que  los ciudadanos tienen sobre su credibilidad.

En un artículo escrito por David Brooks en The New York Times del pasado 13 de septiembre titulado The Avalanche of Distrust (La avalancha de la desconfianza), relacionado con la campaña presidencial en Estados Unidos, escribe que tanto Trump como Clinton son vistos como personas desconfiables y el índice de rechazo hacia cada uno es muy alto porque la gente piensa que mienten.
    Cito a Brooks: “Estos candidatos no salieron del vacío. Políticos desconfiables fueron nominados por una nación cada vez más desconfiada. Los jóvenes son hoy mucho menos confiados que nunca antes; sólo el 19% de los llamados millennials cree que puede confiarse en alguien. Hay una creciente cultura de paranoia y rumores de conspiración”. Escribe también: “En sociedades desconfiadas es menos probable que los padres enseñen a sus hijos a ser tolerantes y respetar a los demás… la falta de solidaridad, de intimidad, lleva al miedo y al aislamiento”.

Trump puede mentir, contradecirse, negar que dijo lo que está grabado, hacer alarde de su incultura, burlarse de las mujeres y decir que no es misógino, ha creado la idea de que su país está amenazado como nunca antes, que es débil y está en franca decadencia, con ello inyecta miedo a sus seguidores que ven amenazada su identidad y futuro.

Hillary es cauta y experimentada, ha logrado sortear durante años las turbias aguas de la política en Washington, lo cual hace que el americano promedio intuya o le atribuya ser poco sincera, ambiciosa y parte del sistema político que defiende al gran capital y no al ciudadano de la calle. Ella sin duda tiene defectos y ha cometido errores, pero éstos se han sobredimensionado a base de verdades a medias o mentiras abiertas.

¿Qué pasa en la sociedad que no entendemos o no podemos interpretar? ¿Qué nuevos factores están atrás de este escepticismo, desinterés y cinismo? ¿Qué están diciendo todas estas “sorpresas” que rompen previsiones, encuestas y el sentido común? ¿Por qué se tiene la percepción de que los líderes políticos carecen de nuevas ideas, de iniciativas que cambien el statu quo, de otras formas de hacer política, de gobernar? ¿Por qué las mentiras ganan sobre los hechos? En México están presentes los elementos que produjeron los cambios que arriba mencioné y las preguntas que formulé: enormes brechas de bienestar, injusticia, impunidad, marginalidad de una buena parte de la población —en especial de la juventud—, desencanto con los políticos y sus partidos a los cuales la mayoría ya no les cree. Las redes sociales tienen cada día más influencia y surgen múltiples organizaciones, grupos de reflexión, análisis críticos, denuncias de abusos y corrupciones.

¿México será la excepción en el mundo y  las cosas seguirán como siempre? ¿Cómo se va a expresar aquí el enojo y el resentimiento? ¿Nuestra clase política entiende y siente a la sociedad mexicana? ¿Hay todavía esperanza de recuperar la credibilidad en la política? Como cuestiona el doctor Rubio: ¿Estaremos ante un cambio excepcional que nos llevará a una nueva era?

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