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Miseria electoral

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

Aun cuando este gobierno se encuentra un poco más allá de la mitad del periodo sexenal, a partir de la semana que entra se acelerará la contienda por la sucesión del titular del Ejecutivo. A diferencia de sexenios anteriores en los que el Presidente iba acumulando el poder hasta consolidarse en el cuarto año de su mandato, leemos ahora que los presuntos precandidatos de los partidos mayoritarios no disimulan sus intenciones por suceder al actual mandatario.

Concluirá un proceso electoral caracterizado por la pobreza de las propuestas, de los debates y de la mayoría de los candidatos. Los medios parecen regocijarse en publicar intervenciones telefónicas ilegales, videos clandestinos, acusaciones personales sobre corrupción, nepotismo, desvíos morales, vínculos inconfesables con la delincuencia, riquezas inexplicables, conflictos de interés, inversiones multimillonarias en el extranjero y otras muchas denuncias que en sociedades maduras bastarían para eliminar al candidato.

Más allá de quien resulte ganador, el proceso ha demostrado por qué la sociedad no cree en la clase política, no en balde en todas las encuestas los partidos salen en los últimos lugares de credibilidad y respeto. Si esto se manifiesta en los candidatos a gobernadores, ni quien conozca o se interese en los que asumirán los curules estatales o las presidencias municipales.

Se ha hecho evidente que la idea de transparentar el dinero que se invierte en cada campaña es una ilusión. Nadie sabe con exactitud, pero se da por un hecho que los candidatos gastan mucho más de lo que la ley les permite. El INE es una figura deslavada que tristemente ha perdido su sello ciudadano y hoy se le percibe como otro engranaje de los partidos políticos.

Se dice que mal de muchos es consuelo de tontos, pero dos días después de nuestras elecciones tendrá lugar en Estados Unidos la elección de los candidatos demócratas y republicanos en California. En el proceso electoral de Estados Unidos ese día es crucial para definir si Hillary Clinton se consolida como la candidata presidencial de su partido y su oponente Bernie Sanders se resigna a no serlo.

El inefable Trump ya es el candidato del Partido Republicano y su pelea ahora es ganar el apoyo de su propio partido.

Esta campaña es considerada la más sucia y baja en décadas. Descalificaciones, chismes y videos ilegales la han caracterizado como la más virulenta y procaz en la historia política en ese país. Insultos no han faltado: Trump ridiculizó a sus oponentes por la candidatura republicana, ofendió a sus esposas, descalificó a los medios de comunicación y al “sistema político”; ha dicho que Hillary Clinton es mentirosa, corrupta, que su marido, el expresidente, es un violador y abusador de mujeres. Ella define a Trump como incapaz, frívolo e impulsivo, “un peligro para Estados Unidos” (¿les recuerda algo?).

Para sorpresa de propios y extraños, ese personaje impresentable podría llegar a la Casa Blanca. La señora Clinton enfrenta un reto enorme para convencer al pueblo estadunidense de no saltar al vacío. No ha bastado su larga carrera política, su capacidad profesional y su respetado marido para generar el entusiasmo de los votantes.

Con las diferencias obvias entre los dos países, se observan similitudes: hartazgo de las sociedades con los políticos, candidatos que no convencen, que no representan el sentir de sus electores, rechazo a las reglas vigentes, enojo y decepción.

En México se trata de elegir gobernadores, congresos locales y autoridades municipales; en Estados Unidos se juega el puesto de mayor responsabilidad nacional e internacional. En ambos casos, lo que queda claro es que estamos ya en una etapa que reclama a gritos un cambio profundo.

Twitter:  @GustavoMohar

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