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Hillary y Bernie

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

Pero no lo es, me refiero a Hillary Clinton y Bernie Sanders, dos políticos de altos vuelos que buscan la nominación por el Partido Demócrata como aspirante a la presidencia del país más poderoso del mundo.

En mi columna pasada mencioné que en la política una semana es una eternidad, ya que los escenarios pueden cambiar de manera inesperada y radical en cualquier momento. Por eso, los resultados de encuestas y sondeos que buscan conocer la opinión de los votantes son sólo fotografías del momento y muchas veces fallan en predecir el desenlace final.

Hace pocos meses la exprimera dama de uno de los presidentes más poderoso que ha tenido Estados Unidos parecía la ganadora incuestionable en la campaña primaria de su partido. Su carisma, experiencia e inteligencia parecían proporcionarle una ventaja avasallante no sólo hacia el interior de los demócratas, sino con los posibles candidatos del Partido Republicano, el cual atraviesa por una grave crisis de identidad y cercanía con sus propias bases y, en general, con la sociedad.

En 2008, Hillary perdió frente al hoy presidente Obama cuando se presentó por primera vez como aspirante a la candidatura demócrata para la contienda de la presidencia de su país. No bastó ser una candidata mujer para vencer al primer aspirante afroamericano, un joven con poca experiencia política comparada con ella, pero que supo tocar la fibra del electorado, harto de la belicosidad, soberbia, mentiras y miedos que el gobierno republicano de George W. Bush les había impuesto.

Su conocida ambición y tenacidad la llevaron a ser secretaria de Estado y después senadora por el estado de Nueva York, sin  ser en realidad originaria, ni residente por largo tiempo.

En su país se reconoce que ella y su esposo forman la pareja más poderosa del “sistema”, por sus conexiones con grupos de influencia económica y política, su acercamiento con las comunidades negras y latinas, su carisma, su capacidad de mantenerse unidos y superar problemas que en muchas otras parejas no es posible salvo por oportunismo, cálculo político, convicción de familia o amor. Ella mantiene un discurso en favor de las mujeres, aun cuando en sus puestos públicos no se ha rodeado de ellas. De ganar, llegará a la Oficina Oval con 69 años de edad y de ser reelecta, concluiría de ¡77!

Nadie se imaginó que un senador poco conocido, autodeclarado “socialista”, con 74 años de edad, pueda representar un reto para sus aspiraciones. En las recientes elecciones en Iowa y New Hampshire, este carismático orador le empató y ganó por un buen margen. Su discurso apela a los jóvenes y a las clases medias inconformes con su realidad, pero sobre todo con su futuro.

Plantea temas de gran complejidad con un lenguaje sencillo, accesible para cualquiera. La inequidad, la corrupción, la violencia, las mentiras de los políticos, el agotamiento del statu quo, la necesidad de “darle oportunidad al cambio” resuena en la mente de muchos de sus paisanos que están enojados y frustrados con el gobierno y con el “sistema”. (Le recomiendo, estimado lector, el artículo Trump, Sanders and the American Rebellion, escrito por Peggy Noonan).

Aún es temprano para hacer cualquier tipo de predicción, es apenas el inicio de una larga carrera por llegar a la presidencia. Lo que es claro es que en Estados Unidos está presente también, como en muchos otros países, un hartazgo con la clase política en la cual la gente no confía, también sienten incertidumbre sobre su futuro individual, así como el de su país, miedo a las amenazas del terrorismo y a que otra crisis económica los lleve a la quiebra y el desempleo. Por ello hay una búsqueda de opciones de nuevos liderazgos, de ser escuchados y de participar en un cambio que nadie sabe bien en qué consiste.

Los estudiosos de la política estadunidense empiezan a aceptar que esta elección se perfila a ser inédita. No es posible predecir hoy quiénes serán los candidatos de los dos partidos y menos aún el presidente: ¿Hillary o Bernie? ¿Trump, Cruz, Rubio o Bush?  La moneda está en el aire y tardará cerca de nueve meses en caer.

Twitter: @GustavoMohar

 

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