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Miedo y venganza mala fórmula

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

Primero fueron las oleadas de europeos sajones, ingleses, alemanes, suecos, irlandeses, seguidos por los italianos, los chinos y en las últimas décadas por hispanos, en su gran mayoría mexicanos, seguidos de lejos por los centroamericanos, vietnamitas, filipinos. Se suma a ellos la creciente presencia de comunidades de Europa Oriental y la antigua Unión Soviética.

Es un mosaico de idiomas, colores, religiones, culturas y tradiciones que explican y sustentan su formidable desarrollo económico. Es más, esa mezcla centenaria sigue dando frutos en todo tipo de expresiones: muchos de los ganadores de los premios Nobel son americanos descendientes de migrantes, la industria cinematográfica, la banca, la revolución digital, por mencionar algunos de los más obvios, son impulsados por segundas y terceras generaciones cuyos padres o abuelos llegaron a esas tierras de otras latitudes sin permiso, indocumentados.

No en balde Juan Pablo II, en una misa celebrada en el Central Park de Nueva York ante cerca de un millón de católicos, los hizo ver a su alrededor para decir: esta maravilla no pudo haber sido construida si no fuera por las manos de hombres y mujeres migrantes.

Por lo anterior, no es difícil entender que la migración sea un asunto que está presente en mayor o menor medida en cada mesa a lo largo de su territorio. Toca fibras emocionales que los políticos recogen de sus electores y utilizan para ganar su confianza, por eso es que legislar en esta materia es tan complejo, tanto que desde 1996 no se ha podido alcanzar el consenso suficiente para reformar las obsoletas leyes migratorias.

Por eso es que la demagogia de Donald Trump ha tenido resonancia en una parte del electorado. Dice lo que millones de americanos piensan y sienten. Usando una retórica irresponsable, mentirosa y agresiva, toca la fibra de un sector minoritario pero real que se siente agraviado, marginado del sistema, gente educada con prejuicios raciales, chovinistas que buscan un chivo expiatorio. Refleja también un grupo de nativistas acomodados, descendientes de los fundadores, que se niega a aceptar la diversidad como esencia de su país, que sueñan con mantener impoluto lo “blanco”, el sueño americano para unos pocos.

Cae en tiempos fértiles, pues desde 2001 el ataque terrorista del islamismo radical eliminó en un día la certeza de la invulnerabilidad de su territorio; en 2008 la crisis financiera y económica evaporó los ahorros, las casas y empleos de millones de americanos. Ambos eventos, sumados al surgimiento de China como el gran rival de la supremacía americana en el mundo, ha generado un escenario distinto que da pauta para buscar responsables.

Añejos temas no resueltos como la discriminación racial, los homicidios violentos por desquiciados con acceso a armas de alto poder, sumados a los retos presentes, como la inequidad, la amenaza del Estado Islámico y la fragilidad de la recuperación económica generan sentimientos de incertidumbre.

Tal vez Trump ni lo entienda, pero juega con fuego al ensalzar dos de los peores sentimientos humanos: la venganza irracional fundada en el miedo. Por eso es peligroso, aun cuando parece hoy poco probable que gane la candidatura del Partido Republicano en 2016, amenaza con postularse como independiente, tiene el dinero y narcisismo para hacerlo. La migración será uno de los temas centrales en la lucha por la Presidencia y me temo, no en los mejores términos, para nosotros.

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