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De China a Zacatecas

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

Leer un periódico del día anterior nos produce una sensación de retraso, nos hace sentir que no estar informados de todo lo que pasa en el momento nos va a hacer quedar fuera de una conversación. A ello agregamos la revisión compulsiva de checar los mensajes en Twitter, Facebook, Linkedin, WhatsApp y otras muchas aplicaciones para estar enterados en el momento mismo que vuela una bomba en Kabul, Bagdad o que han quedado destruidas ciudades sirias.

El mundo se ha hecho pequeño, hoy más de dos mil millones de seres humanos usan un teléfono móvil o utilizan el internet. Nos inundan datos, imágenes, declaraciones, sonidos. Se dice que en el mundo occidental la mayoría de las personas no pasan quince minutos sin prender su celular y ver si tienen mensajes. En las reuniones de trabajo y familiares nunca falta alguien o más de uno que intercala en la conversación un vistazo a sus móviles o teclea con rapidez sorprendente un mensaje.

En esta semana los medios nos han inundado con noticias sobre la devaluación del yuan, la moneda china; la caída adicional de los precios del petróleo; la inminente subida de tasas de interés en Estados Unidos; el incremento en los indicadores de pobreza en México; la inequidad abismal en la distribución del ingreso y la reducción en las expectativas de crecimiento económico de nuestro país.

Prevalece la opinión que estos malos resultados tienen su origen fuera de nuestras fronteras, lo cual, en cierta medida, es cierto. Sin embargo, cuesta trabajo relacionar que la decisión tomada por los nuevos mandarines chinos afecte el tipo de cambio de nuestra moneda; que la geopolítica petrolera del mundo árabe, el acuerdo nuclear de Irán y los miles de pozos que se han desarrollado en nuestro vecino del norte pongan en riesgo el éxito de la reforma más importante que México ha adoptado en décadas. Así como que la reactivación de la economía de Estados Unidos y su consecuente incremento en las tasas de interés puedan producir una salida de divisas que obligan al Banco de México a intervenir en el mercado cambiario para detener una salida de capitales que, si no se para, como bola de nieve, crecerá y crecerá.

Para el común de los mexicanos, me atrevo a decir que para la mayoría es difícil, si no imposible, entender cómo se conecta ese teatro mundial con su realidad concreta, su salario, su empleo y su seguridad. No logran ver el impacto que tienen en sus vidas estos sucesos, salvo todas las familias distribuidas en el territorio nacional que reciben remesas de sus parientes migrantes en el norte.

Un peso devaluado para ellos se traduce en un monto mayor al cambiar el envío periódico que reciben de sus parientes que están en Estados Unidos. Éstos son dólares, ganados a pulso en las granjas de Texas, Florida o el estado de Washington; en los hoteles de Las Vegas, en los restaurantes de lujo en Chicago o Nueva York o en la construcción de los hoteles del impresentable Trump.

En casi el 80% de los 2 mil 457 municipios que integran nuestro pacto federal, se presenta el fenómeno migratorio. En algunos, la intensidad de la emigración los hace dependientes de las remesas, en otros representa un ingreso importante para complementar los magros ingresos de su economía de subsistencia. Todos hoy se ven más beneficiados por el esfuerzo y sacrifico de sus esposos, hijos, padres o vecinos.

Vivimos un mundo interdependiente en el cual los grandes capitales, los intereses políticos, los acomodos geopolíticos, los líderes caprichosos, los gobiernos irresponsables y los radicalismos religiosos acaban por afectar, en esta ocasión de manera positiva, a la gente humilde que no sabe por qué, ni entiende cómo hoy se ven aún más beneficiados por el esfuerzo de sus familiares migrantes.

Twitter: @GustavoMohar

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