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De chile, de dulce y de manteca…

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

Al mismo tiempo, la carrera presidencial en Estados Unidos también ya empezó. En el mes de noviembre de 2016 los estadunidenses van a elegir a quien ocupará la Casa Blanca y se convertirá en el líder del país más poderoso del mundo, menuda responsabilidad. Llama la atención que 12 personas se han propuesto para competir por la candidatura del Partido Republicano y es probable que este número crezca en las próximas semanas y meses. En esa lista hay una pléyade de personajes que dicen representar el sentir del electorado y tener respuesta para todos los problemas que enfrenta la sociedad de nuestro vecino del norte. No es sorpresivo que la mayoría se caracterice por tener posiciones extremas en varios de los temas centrales de la agenda política: sistema de salud, empleo, migración y combate al terrorismo internacional. La lectura de casi todas sus declaraciones tiene un patrón común de prejuicios, ignorancia, demagogia y oportunismo. Ha destacado el señor Donald Trump, quien ocupó la atención de los medios de opinión, tanto en su país como en el exterior (ver reportaje en El País de fecha 18 de junio) que, inclusive, mereció una descalificación por parte de la Cancillería mexicana por los insultos a nuestros connacionales. ¿Se le olvidó que la esposa del precandidato republicano más viable, Jeff Bush, es de origen mexicano, nacida en Guanajuato? En realidad Trump sabe que no tiene la menor oportunidad de ser nominado y mucho menos ser electo. Puede ser que se postula por aburrimiento o por su enorme narcisismo. ¿Estará consciente del ridículo que hace?

Otro precandidato es el senador Ted Cruz, identificado con el llamado Tea Party, que aglutina la corriente más antiinmigrante y racista de EU. Tampoco tiene oportunidad de ser electo, ya que si bien la sociedad estadunidense se ha vuelto más conservadora, las posiciones extremistas de este grupo no representan en realidad el sentir de la mayoría. En días pasados se autodestapó Jeff Bush, hijo y hermano de dos ex presidentes. Parece ser el más razonable y preparado de sus colegas republicanos, pero ¿elegirá Estados Unidos por tercera vez a un miembro de la misma familia? ¿Tendrán que elegir de nuevo entre los Clinton y los Bush? El resto de los precandidatos son o fueron gobernadores, senadores o, inclusive, un neurocirujano, entre ellos el tristemente célebre Rick Perry, gobernador de Texas, quien determinó enviar a la Guardia Nacional para enfrentar a los menores centroamericanos por representar, según él, una amenaza para EU. En contraste, Hillary Clinton se perfila para ser la candidata natural, y por un consenso abrumador del Partido Demócrata. Con una carrera política propia, abogada destacada, con experiencia internacional y legislativa, además de todo, cuenta con el apoyo de uno de los hombres más poderosos en el mundo. Su precandidatura es hoy arrolladora. ¿Después de elegir a un afroamericano los votantes elegirán a la primera mujer Presidenta en la historia de EU? Como ya mencioné, en México, a casi tres años de la elección presidencial han declarado su interés por participar en la contienda  personajes políticos provenientes del sistema de partidos que enmarca hoy la legislación electoral, la cual se construyó con el propósito de institucionalizar las elecciones por medio de éstos. Sin embargo, el pasado 7 de junio hubo sorpresas al ganar diversas posiciones personas sin partido. El triunfo en cada caso se explica por las peculiaridades del puesto por el que contendieron, pero el común denominador que está presente en todos es el carisma personal de los candidatos. En las elecciones presidenciales de México, se pueden presentar escenarios imprevisibles dada la dinámica tan intensa por la que atraviesa el país en diversos ámbitos. Las redes sociales, la sociedad civil, los medios de comunicación, el desprestigio generalizado de los partidos políticos, la incertidumbre por el desempeño de la economía y la terca prevalencia de la inseguridad; todos estos aspectos propiciarán cambios en la percepción de la gente, en su nivel de insatisfacción, de enojo, de miedo o de esperanza. Por ello, el análisis de la personalidad de los que aspiren a la Presidencia será más que nunca un factor decisivo, y no los partidos políticos que los impulsen. Con las salvedades del caso, ambos países elegirán a sus nuevos mandatarios en circunstancias peculiares y, en cierto sentido, inéditas. EU podría tener que elegir a una mujer que ya ocupó la Casa Blanca como esposa del titular del Ejecutivo, o bien a un miembro más del clan Bush. En México podríamos llegar a tener  la disyuntiva de elegir a un líder proveniente de nuestra clase política o bien a un ciudadano independiente a ese sistema. A lo que debemos aspirar es que sea alguien capaz de entender y canalizar la energía de los mexicanos y el orgullo de serlo.

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