Adiós a La Tigresa

Una supuesta sobrina la dopó para sacarle las firmas y quitarle el Teatro Fru Fru.

Fue en noviembre de 1984 cuando la conocí, en el Teatro Blanquita de la Ciudad de México. Pasé al camerino 77, que era el camerino estelar, un espacio con un espejo de pared a pared. Irma venía saliendo de su segunda actuación esa noche, había cantado su éxito, La Martina y ahí en su camerino me dijo que me sentara. Me preguntó que de dónde era, le respondí que del periódico Cuestión y comenzó la entrevista.

Fue mi primera entrevista. Hablamos de todo y mucho más. Yo con la inexperiencia y hambre del que empieza y ella con el colmillo largo y retorcido de una mujer que era protagonista de películas, obras de teatro y mucho más.

Tiempo después Irma Serrano se convirtió en cliente frecuente de los reporteros del espectáculo, pues iba de escándalo en escándalo.

Cuando no se peleaba con Sonia Infante, se peleaba con Carmelita Salinas o Jorge Ortiz de Pinedo. Se convertiría en senadora de la República, increpaba a Porfirio Muñoz Ledo en la tribuna, en fin, era realmente  la mujer escándalo, no Niurka, como la misma cubana se autonombra.

Cuando apareció el reality show de Big Brother, doña Irma se hizo amiga primero del Pato Zambrano y después de Poncho de Nigris. De ambos se dijeron muchas cosas, pero la realidad es que ambos la hicieron feliz por algunos meses.

Después llegó una supuesta sobrina, quien fue una de las que la robó, pues la gran Tigresa estaba dopada permanentemente y así le sacó las firmas para quitarle el Teatro Fru Fru, mismo que, finalmente su sobrino Luis Felipe García se lo recuperó.

Los últimos años los vivió en su natal Tuxtla Gutiérrez, con su sobrino y pasó 13 años de paz y tranquilidad. La visité, la entrevisté, la abracé y hoy, por supuesto, que la extraño.

Seguro estoy que la gran Tigresa ya está descansando, dudo mucho que esté en el cielo, pero seguro estoy que bien, sí está.

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