La semana pasada comentábamos que la economía de Turquía hoy se ve amenazada por los ataques de orden económico y político que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha emprendido contra esa nación.
Y ante la embestida estadunidense hacia su otrora aliado estratégico, surge la pregunta: ¿Qué representa Turquía para Occidente?
Hoy, la economía de Turquía es una de las más prósperas de entre los llamados Mercados Emergentes del mundo; se encuentra entre los principales productores agrícolas, ya que, actualmente, produce al año 16 millones de toneladas de fruta y 26 millones de toneladas de verdura, lo que la sitúa como el primer productor de Europa y el cuarto en el mundo.
Cuenta con una industria textil que en 2014 alcanzó los 24 mil millones de dólares como valor de mercado, situándose como la séptima industria textil del planeta. Su industria automotriz, que produce automóviles comerciales, es la más grande de Europa. Posee una industria naval que cuenta con 145 astilleros y que en 2012, el mejor año de su producción en las últimas dos décadas, construyó 225 mil unidades de barcos faro, barcos bomba, dragas, diques flotantes y plataformas de exploración y perforación petrolera, entre otros. De tal suerte, que, en la primera década del siglo, el Producto Interno Bruto de Turquía creció en promedio 7.4% anual.
En síntesis, hoy se puede decir que la economía de Turquía se encuentra completamente integrada al mercado de Occidente.
En el ámbito geopolítico, Turquía es una nación miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), surgida en 1949 como una alianza militar internacional para la defensa de los intereses de Occidente en contra de la entonces Unión Soviética, en el marco de la Guerra Fría.
Como miembro de la OTAN, Turquía mantiene en su territorio 10 instalaciones o bases militares de la Organización, además de ser sede de su Cuartel General del Mando Terrestre. Es decir, en términos de geopolítica, el territorio turco es y ha sido un enclave estratégico muy valioso y un aliado natural de Occidente.
Sin embargo, en los últimos tiempos, el gobierno turco, encabezado por el presidente Erdogan, ha dado un viraje y ha mantenido permanentes acercamientos con el gobierno ruso de Vladimir Putin, que no han sido bien recibidos por el gobierno estadunidense.
En diciembre del año pasado, el gobierno de Erdogan adquirió el sistema ruso de defensa antimisiles S-400 Triumf, en lo que se interpretó como un claro desafío a la propia OTAN y a sus aliados de Occidente.
Esta confrontación de índole política entre los gobiernos de Washington y Ankara ha derivado en una incipiente guerra comercial entre los dos países y de la cual no se ve todavía la dimensión que pudiera alcanzar.
Por lo pronto, el gobierno de Trump ha incrementado los aranceles al acero y al aluminio turco en tanto que el gobierno de Ankara ha duplicado los aranceles al arroz, tabaco, alcohol, carbón y automóviles provenientes de Estados Unidos.
La primera consecuencia de esta guerra es la desestabilización de la lira turca, que en lo que va del año ha perdido más del 40% de su valor frente al dólar, y ha provocado que el Banco Central de Turquía incremente las tasas de interés hasta en un 10 % para intentar frenar su caída.
Así, lo que inició como un desencuentro en el ámbito de la geopolítica y la diplomacia, termina convirtiéndose en un enfrentamiento de carácter comercial, escenario en el cual, sin duda, Turquía pierde. Y los llamados mercados emergentes también.
Ante la fortaleza del dólar y la incertidumbre que genera la guerra comercial, los activos globales deciden emigrar rápidamente de las economías emergentes para refugiarse en el mercado de Estados Unidos, y las monedas de países como México, China, la India o Pakistán corren el riesgo de un contagio global.
Sin embargo, las decisiones en materia fiscal que contemplan recortes al gasto gubernamental para mejorar el superávit primario, recién anunciadas por el ministro de Finanzas de Turquía, Berat Albayrak, en una teleconferencia organizada para más de 4 mil inversores internacionales, ponen al gobierno de Turquía en un escenario de control de daños a su moneda y a su economía, por lo que hoy se ve poco probable que surja una ¿crisis financiera?
