Erupciones globales II

Europa atraviesa una de las sequías más largas

“Wenn du mich siehst, dann weine” Cuando me veas, llora.

Así reza una de las muchas inscripciones en piedra que, en Europa Central, bajo la línea de flotación de los ríos Elba, en la República Checa y del Rin, en Alemania, han vuelto a aparecer en el lecho de sus principales cauces de agua. Cinceladas por los pueblos de la antigüedad y con más de seiscientos años de existencia, las llamadas Hungerstein o Piedras del Hambre, eran y son un lúgubre recordatorio de que la falta de agua provoca sequía, hambrunas, enfermedades y muerte.

Y hoy Europa atraviesa una de las sequías más largas de la última década; por falta de agua, en algunas regiones se ha perdido más del 50% de las cosechas de papa, trigo, maíz y betabel y el gobierno de la República Federal de Alemania ha declarado catástrofe natural la situación por la que atraviesan los agricultores germanos.

“Cuando me veas, llora”.

El cambio climático ya está aquí. Hoy tenemos un escenario que para algunos expertos puede llegar a ser catastrófico, ya que señalan el año 2020 como “el punto de no retorno”, el momento en el que las fuerzas de la naturaleza modificarán de manera irreversible sus patrones de comportamiento conocidos hasta hoy, llevándonos a un mundo totalmente desconocido.

Para el doctor Mario Molina, Premio Nobel de Química, hoy el cambio climático ha intensificado la fuerza y virulencia de algunos fenómenos naturales. “Los huracanes tienen que ver con la temperatura del mar”.

Esa temperatura ha subido como consecuencia del cambio climático y hay una gran probabilidad de que en el futuro ocurran fenómenos más virulentos”,  ha señalado el científico.

La virulencia del huracán Florence, que afectó con severas inundaciones la costa Este de Estados Unidos, o el tifón Ompong, que azotó la costa nororiental de Filipinas y la costa sur de China, con vientos de hasta 170 kilómetros por hora y olas de cinco metros de altura, son sólo algunos de los fenómenos que crecerán en intensidad y fuerza con el avance del cambio climático.

El derretimiento de los casquetes polares, que suman cerca de 20 millones de kilómetros cuadrados entre ambos, ya llega hoy a niveles alarmantes, un 30% del Ártico ha desaparecido y esa enorme masa de hielo, que refleja los rayos solares y aleja el calor, al disminuir su superficie ha incrementado la temperatura del planeta.

Por lo demás, su paulatina desaparición, según algunos estudios científicos, incluso, ha aumentado la frecuencia de las erupciones volcánicas.

Para la vulcanóloga alemana Julie Schindlbeck, de la Universidad de Heidelberg, cuando los glaciares disminuyen su superficie territorial, disminuye la presión que ejercen sobre el centro de la Tierra, lo que provoca que el magma fluya hacia la superficie de la Tierra con mayor celeridad, lo que da como resultado erupciones volcánicas más intensas.

-“Veremos mucha más actividad volcánica en el mundo, donde los glaciares y los volcanes interactúan” ha declarado la vulcanóloga al referirse al noroeste de Estados Unidos, el Pacífico y el Sur de Sudamérica.

La reciente erupción del volcán Kilauea, ubicado en la isla de Hawái, que arrojó nubes de ceniza de hasta nueve mil metros de altura y rocas con un peso de 12 toneladas, a una distancia de hasta 800 metros, son una muestra de esta furia insospechada que comienza a presentarse en los fenómenos naturales.

De tal forma que hoy podemos tener la certeza de que la arquitectura interna del planeta, de los ecosistemas y del clima global, mantienen un perfecto equilibrio entre sus componentes.

Pese a ello, si de manera artificial alteramos uno de ellos, tal vez el principal, que en este caso es el clima global de la Tierra, modificaremos irremediablemente al conjunto, con consecuencias imprevisibles.

Para la directora del Programa Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Katyna Argueta, “El cambio climático se está moviendo más rápido que nosotros, y su velocidad provoca un llamado de auxilio a todo el mundo”.

En el año de 2007, por primera vez los científicos que operan el simbólico Reloj del Apocalipsis o Reloj del Juicio Final, que nos avisa qué tan cerca estamos del fin del mundo, agregaron la variable del cambio climático en sus cálculos y previsiones.

Hoy, nos encontramos a escasos dos minutos de llegar a la medianoche.

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