Un Presidente de 6

Ya que está en posesión de la posición, debe pasar al siguiente nivel, dejando atrás la chacota.

En el oficialismo apuestan al bajo nivel de estudios que tiene su base electoral. Saben que no comprenderán o se resistirán a entender, que los casos de la ministra Esquivel y el de la precandidata Gálvez son más que distintos. En el primer caso, se incumple un requisito constitucional, en tanto que, en el segundo, todo mundo sabe que para ser presidente no se requiere certificado de primaria, es más, ni siquiera saber leer y escribir, cualquiera, y subrayo, cualquiera puede ocupar la silla presidencial, sólo se requiere el aplauso del populacho.

Es bien sabido que López tardó más de 14 años en concluir la carrera, por lo que en ese prolongado plazo habría sido el colmo que se fusilara o copiara textos de otros. Aunque es difícil saber si las ideas que vertiera en el trabajo presentado resultan más criticables que un plagio. Es tan malo ser copión, como ser inepto.

El ejercicio de andar hurgando en los trabajos de recepción más que morboso, es oportunista, ya que al egresar de una institución superior apenas comienza la trayectoria, siendo la tesis ilustrativa, pero no definitoria de lo que el personaje puede aportar a la ciencia o arte en el que se desempeñará. Es evidente que con esos golpes bajos se busca atraer la atención, a falta de un mejor alcance en el análisis de los hechos y deshechos de un político. Mezclar el asunto del informe técnico de Gálvez, con el oprobioso y aberrante proceder de quien se aferra vulgarmente a un puesto, para el que no está calificada, da muestra de la bajeza de miras.

El no cumplir con requisitos para desempeñar un puesto a sabiendas, no tiene sólo como consecuencia el escarnio y la burla del respetable, sino que también, por un lado, impide seguirlo desempeñando y, por otro, surte un tipo penal previsto en el Código Penal Federal. Uno que, por cierto, la SCJN se ha determinado a no respetar, dado que, con el abominable concepto de competencia de origen, han permitido que se burle todo ordenamiento que establece exigencias para desempeñar un cargo.

Ya montados en el carrusel de aplicar la Constitución y las leyes que de ella emanan como les viene en gana, los ministros han dejado un tiradero que no sólo ha envilecido el servicio civil de carrera, sino también el pleno que integran. Saben y les consta que Esquivel no debiera concurrir a sesionar y votar, así como deberían poner fin a la vergonzosa retención del cargo, pero no, todos ellos se saben cosas y prefieren seguir jugando en la casa del jabonero.

Tiene razón Gálvez, hay puestos en los que se requieren cojones, pero de nada sirven si no se tiene cacumen, y no sólo eso, ambos tienen que estar conectados a la máxima velocidad posible. Más que ocurrentes respuestas, se necesita tener razones para rebatir, confrontar y derribar acusaciones tan insulsas como la que le han hecho. Ni ella sabe cómo pasó, lo que pasó, de pronto ganó la auscultación. Pero ya que está en posesión de la posición, debe pasar al siguiente nivel, dejando atrás la chacota.

Para su suerte, no ocupó puestos de primer nivel ni tuvo a su cuidado enormes caudales, por lo que sus pecados tienden a ser veniales. Perder el tiempo en una acusación como la que vino de quien no tiene piedras que tirar en el foro de ser profesional, no vale la pena, era una de tantas bolas rápidas, de ésas que es mejor dejar pasar.

Lo cierto es que, para quien ve las cosas con calma, es perceptible el gran error que cometen sus oponentes, al jalar la poca hebra que está a su alcance, estando aún muy lejos el tiempo en que algo pueda dejar huella en el inconsciente colectivo.

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