Tratado colonial

Visto con cuidado, no le debió vender la dirección general de CFE a Bartlett.

Hace ya más de dos años señalé que la firma del tratado sólo traería problemas, porque estuvo mal negociado, sí, por personajes con gran arrogancia, pero escasa experiencia, avalados sólo por el puesto que desempeñaban; los resultados están a la vista. Trump tenía dos claros objetivos, uno, cambiarle el nombre, ya que en el fondo nunca nos consideró parte de Norte América, y otro, poder decirle a su electorado agrario que se entorpecerían las importaciones procedentes de México. La negociación resultante le granjeó popularidad. Por sorprendente que parezca, Trump no hace política, sino mercadotecnia.

La negociación sólo en la forma es diplomática, en el fondo precisa de gran conocimiento del comercio exterior, no de ese que se adquiere en una diputación; en alguna cartera política en las entidades federativas, ni mucho menos, de esa que se puede adquirir organizando eventos y tertulias a un candidato presidencial. Sí, lo digo claro, mandamos y tenemos al frente a puro improvisado, de esos que piensan que el político es una suerte de todólogo, cuando en realidad son nadálogos.

A los últimos que López debe consultar es a los de la Cancillería, ellos sólo atienden la regulación y normativa para suscribir y formalizar tratados, nada entienden de disputas comerciales, y mucho menos, de la muy deficiente forma en que se ha instrumentado y aplicado lo acordado en nuestro país. El fondo es el problema, y cuando a los diplomáticos se les ha confiado éste, nuestro país acaba perdiendo arbitrajes.

Al morador de Palacio le dijeron que se habían asegurado de reservar la soberanía energética, sí, le tomaron el pelo, lo único que hicieron fue proteger la reforma constitucional hecha por Peña en la materia, ya que negociaron, para la 4T, algo que no estaba en la negociación, esto es, la capacidad de reformar la Constitución. Pone una y otra vez en pantalla el párrafo en el que él lee su propalada reserva soberana, cuando el texto lo único que le revienta en cara es que no pudo, y parece no podrá, modificar los artículos 27 y 28 de la Carta Fundamental.

De forma que, para ganar la disputa, los impugnadores sólo le tienen que dar una clasecita de derecho constitucional mexicano, para que entienda que no existe la dictadura energética que él espeta en su monólogo.

Visto con cuidado, no le debió vender la dirección general de CFE a Bartlett. Lo hubiera mandado a la Sedatu para hacer política con el patrimonio inmobiliario federal, de eso sí sabe. En el peor momento, el titular de ésta no puede pisar suelo estadunidense. Y no, es evidente que el petróleo no está en disputa, es claro que no puede agandallarse lo invertido por mexicanos y extranjeros en el sector eléctrico, envolviéndose en la bandera de la pseudodefensa de las empresas improductivas del Estado.

El primer López, de Santa Anna, vendió la mitad del territorio nacional, y no cobró. El segundo López compró la industria eléctrica y luego la declaró mexicana. El tercer López empeñó la industria petrolera, imponiendo precios de venta que la hundieron, y, desde entonces, no acaba de salir a flote. Ahora, éste, el cuarto López del apocalipsis, se quiere robar las instalaciones eléctricas que no construyó, pero se le olvida que, desde las remesas; pasando por la operación de Deer Park, y hasta el financiamiento de Pemex y CFE, pasan por la benevolencia de Biden, y sin ellos no le alcanza ni para chipilines.

La amenaza que se ha lanzado para tomar medidas autoritarias el 16 de septiembre sólo le va a descomponer el ya muy maltrecho entorno de negocios en México.

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