Trafique de gubernaturas
La población podrá apreciar qué tan malo puede ser seguir siendo gobernado por un partido que sólo se debe a su entronado creador y no a los mexicanos.
Calígula nombró cónsul a su caballo. El caudillo a Pavlovich. Cuando uno piensa que la política mexicana ha tocado fondo, los inefables personajes que viven de ella se ponen a escarbar. Ahora, quienes llegaron a ocupar gubernaturas de la mano de los otrora partidos tradicionales, ubicados en la orfandad o habiendo agotado toda trayectoria posible, se han tendido en la lona para que el gobierno central se apodere de las sillas locales.
El valor o utilidad de las gubernaturas tiene varios alcances, el primero y más importante, se asocia a la cotidiana operación política, sí, regalando, a manos llenas, el dinero que ya no es de todos, sino de la clientela del partido oficial. Otro, no menos importante, es el integrar mayoría para aprobar reformas constitucionales. Sin embargo, ante el aún inexplicable fracaso de Morena para alcanzar mayoría calificada, el segundo de poco servirá en la presente administración. Algo pasó, el crimen organizado parecía podría subsanar todos los errores, insuficiencias e incapacidades de Mario Delgado, pero no fue así.
En los grises personajes que van de salida, el aflojar la gubernatura es lo de hoy. No conformes con entregar magros resultados hacen del puesto la última mercancía a la que le sacarán provecho.
El texano Corral hizo tan mal trabajo, que no logró poner a disposición de un partido que no es el suyo, la oficina desde la que organizaba sus salidas al campo de golf. Aunque quiso, no la pudo aflojar. Extraña que el partido al que le arrancó a la mala la candidatura no lo haya expulsado, motivos sobran, pero al parecer esa opción política ya no quiere más ruido, tras las declaraciones derrotistas de quien se dice ser su líder.
Ya no le tocó vacación pagada en el extranjero, ya que su origen no le permite acceder al cuerpo diplomático como al zalamero Salmerón. Dice el incorruptible que busca representatividad en el exterior con sus designaciones, es probable que lo logre, dado que deja claro en el exterior que aquí el acoso sexual y otras perversiones son bien vistas, y no sólo el tráfico de influencias, sustancias prohibidas y capitales.
De la lamentable práctica seguida por esos personajes, cuya desastrosa gestión hace imposible seguir cobrando en el terreno político, algo bueno puede salir. La población podrá apreciar qué tan malo puede ser seguir siendo gobernado por un partido que sólo se debe a su entronado creador y no a los mexicanos. Los estados gobernados por el oficialismo ya no sólo son presa de desfalco, sino ahora, del oportunismo e improvisación, los que evitarán el robo de las arcas públicas, destruyendo y agotando las fuentes que las llenaban.
Pues sí, como dice la canción, donde las toman las dan. Fuera máscaras, aquel México que no eligió a Cantinflas para un puesto público, dado que los partidos se resistían a degradarse, pasando de ser populistas a populacheros, hoy, permite a éstos darse el lujo de batirse en el superficial lodo del oportunismo. Buscan granjearse votos a toda costa.
Gobernadores que cantinflean en las redes dan un triste espectáculo que no nos merecemos. Al pauperizar la oferta política, se minimiza la responsabilidad en el servicio público, sin advertir que aquellos, junto con los munícipes, hacen o deshacen el entorno en el que la sociedad se desenvuelve.
Los gobernadores ya no aspiran a poner a su sucesor, ya no buscan en el entrante al cómplice a sus tropelías; el Ejecutivo les hace una mejor oferta, brindándoles manto de impunidad a nivel federal. Se venden indulgencias, pagaderas con aflojamiento de gubernatura.
