Se venden votos
MC se trata sólo de un desprendimiento del PRI, el cual, con una manita de pintura fosforescente dice ser otra cosa
Los términos integridad y entereza refieren a la misma condición, esto es, a no tener ambages, a ser de una sola pieza. Ésas son palabras que no definen a la dirigencia de Movimiento Ciudadano. Se trata de un partido que se desplaza a conveniencia y puede sostener contrarios y contradicciones sin mayor recato. Hace unos días, el patrocinador de los abandonados así lo expresó, al decir que el bloque opositor estaba muerto, dado que los agravios tienen consecuencias.
Con ello, nos dejó claro dos cosas, una, que el apoyo opositor a las barbaridades, despropósitos y necedades que postula el partido oficial, no es convicción, sino mera conveniencia, tendiente a sustentar el reparto del territorio electoral, como hacían las mafias en el Nueva York de los 50. Esto es, asumen que el precio a pagar por dicho apoyo supone mirar hacia otro lado, cuando los militantes del partido naranja pasan por encima de la ley.
La segunda, es que el bloque opositor no tiene, ni ha tenido, como centro y eje la defensa de los intereses de la ciudadanía, ya que, al romperse éste, por una rebatinga entre políticos, los paganos serán quienes deben obedecer las más absurdas leyes, ésas que se habían contenido en nombre de la democracia. Sí, el bienestar de los mexicanos no es, ni fue, la causa que determinó que esa divisa se adhiriera al esfuerzo equilibrador del poder, si no una grotesca pax grilla.
Sin embargo, parece que muchos jóvenes fueron cautivados por la influencer, quien, haciendo videos y todo tipo de desfiguros, les ha hecho pensar que esa opción es la alternativa de la juventud, cuando es claro que a ese partido lo tripula el más viejo líder en escena. Así es, en el partido naranja no se mueve una hoja sin que el fiel apóstol de Gutiérrez Barrios no lo ordene o lo permita. Ese partido presume de lo que carece. Lejos, muy lejos, está de ser novedoso y es la imagen viva del PRI autoritario.
Se necesita ser poco conocedor o muy crédulo, para no caer en cuenta de que el titiritero de ese movimiento rompió sus primeros acuerdos cuando el PRI, del cual viene, era la dictadura perfecta. Su forma de actuar y proceder no es sino la más vieja de las formas de hacer política, la cual, hoy, ha quedado expuesta al asesinar a mansalva un bloque que impidió que el autócrata desfalcara con mayor velocidad las arcas públicas y que evitó que nos impusiera un estado gendarme, en el que el Poder Judicial sólo procesará las ocurrencias del detentador de la silla, volviéndolas sentencias, sí, tan rápido como ese remedo de parlamento transforma iniciativas en leyes, sin cambiar una coma.
Más que presentar equipos que no atan ni desatan, la candidata Gálvez debiera desenmascarar a lo más rancio que tiene el escenario político nacional, que, en un lance vengador, compró, con dinero de no se sabe dónde, un aparato que aspira y absorbe lo que ya no cabe o no pudo entrar en los otros partidos. Lamentablemente, algunos talentos de la política no se han visto al espejo, para darse cuenta de que le hacen el juego a lo peor del PRI. Se trata sólo de un desprendimiento de éste, el cual, con una manita de pintura fosforescente dice ser otra cosa, cuando, en realidad, como los tricolores, está al servicio del mejor postor.
Sujetos valiosos, como Colosio, están montados en un trabuco que, al menor berrinche de quien los regentea, abandonan causas, matan bloques y se tiran a los pies del cacique.
Vendan caro su amor, porque tarde o temprano se verá que lo único diferente es el color y que, en cualquier camino, el naranja sirve para advertir peligro.
