Retorno del inframundo

Lo que las distraídas autoridades nacionales han hecho es evitar lo que se conoce como una corrida, esto es, una estampida de clientes.

Si bien es cierto que se trata como “provisional” la intervención impuesta a los tres intermediarios investigados por las autoridades del exterior, la verdad es que se trata de un camino en el cual no hay regreso. Las entidades financieras están hechas de confianza, cuando la pierden, simple y sencillamente, se desvanecen. Lo que las distraídas autoridades nacionales han hecho es evitar lo que se conoce como una corrida, esto es, una estampida de clientes que abandonan el barco en hundimiento.

Es claro que al levantarse la medida no habrá quien quiera quedarse en una institución que, lo menos, es acusada de tener relaciones inconfesables. En el caso de CI, la verdad es que tuvo más que muchísimo tiempo para abandonar el sistema financiero, ya que hace décadas tuvo la primera llamada, allá, cuando el tema de Wachovia Bank le manchó.

Gracias a la forzada y extraña intervención que tuvo Martín Díaz, quien seguramente mucho sabía de asuntos bancarios o, al menos, representaba bien a Francisco Gil Díaz, ese intermediario se cayó para arriba, obtuvo una licencia bancaria. Lo correcto hubiera sido cerrar lo que aún era una casa de cambio con operaciones cuestionables. El finado Vicente Corta hizo peripecia y media para que, el muy cercano Agustín Carstens purificara la institución, ello, en condiciones más que vergonzantes. Qué decir de los “bien pagados” consejeros, que hoy, cínicamente militan en Morena.

No, nada tiene de temporal lo decretado, una vez dentro de la fosa, ya no reviven los intervenidos. Los interventores se batirán y regodearán en el cochinero, y pronto serán tan cómplices y culpables como los que ahora pierden el control. Por lo pronto, resulta cuestionable la designación hecha de administrador cautelar, a su debido tiempo, evaluaremos la impugnabilidad de sus actos.

Hoy, lo obligado es hacer cuentas y ponderar los efectivos alcances del IPAB. Esa instancia ha mostrado muy limitadas capacidades para administrar intermediarios fallidos. La tinta roja correrá a mares, junto a la sangre derramada por los cientos de miles de caídos que trajo la paz morenista. Pero, con “los otros datos” no se podrán pagar cuentas. Sí, el gobierno pasará tragos amargos. Ya cuando Monreal defiende a alguien, hay que empezar a preocuparse, seguro nada bueno hay detrás.

Aceptémoslo, esto sólo es el comienzo. El tono arrogante de la palestra oficialista no será atemperado por la testimonial oposición, sino por eventos que dejarán claro que hemos dilapidado todo lo ganado durante décadas. No hay que dejar el tema en membretes, hay que revisar puntualmente a esas personas que “operaron” o traficaron influencias para hacer posible que las caídas se sintieran intocables. No vaya a ser que esos traficantes aún ofrezcan servicios de consultoría, consejo o asesoría.

A finales de los 90, las grandes firmas de auditores salieron impunes de un proceso en el que fueron centrales responsables. Supieron salir bien pagadas, tras un evidente amañe con el supervisor. 25 años después, jugar a la creatividad, prohijando fraudes contables, a nadie ayudará. Los mercados son fríos y no tienen compasión, apalean a quien sólo habla; no genera riqueza ni da buenos resultados.

La reacción de la CNBV, ante lo señalado por las autoridades financieras del principal inversionista nacional, sí, ése del que depende la subsistencia de Pemex y la CFE, debe ser foco rojo que nadie debe ignorar. Hoy, son instituciones marginales las que desechó el sistema, pero el problema es que, hace al menos 15 años, venimos navegando a oscuras en materia de supervisión financiera. Parafraseando, dime qué presumes no ser y te diré que eres en realidad.

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