No fue el Estado
Los adoradores que le rodean olvidan que sólo el séptimo año importa y que será a partir de entonces cuando la justicia tocará a sus puertas.
El bajo nivel de escolaridad promedio que hay en el país lleva a algunos a afirmar que fue el Estado el causante de la tragedia ocurrida a los migrantes en Ciudad Juárez. No es así, para quienes hayan concluido el bachillerato, es fácil distinguir al Estado de uno de sus elementos, en este caso, el gobierno.
El Estado se constituye por pobladores permanentemente asentados en un territorio, quienes, en busca del bien común, se han organizado bajo un ordenamiento jurídico, encomendando su aplicación a un gobierno elegido por ellos. Aun con la más básica instrucción, se puede distinguir al culpable, del responsable.
De forma que vámonos respetando, quienes no somos gobierno no somos culpables del inaceptable descuido, aunque somos responsables de haber elegido a un mal gobierno.
La innegable incapacidad del cacique para designar funcionarios ha ocasionado un sinnúmero de males, de pocos tenemos noticia, ya que una de las habilidades de quienes lo acompañan, es ocultar sus errores. Por si ello fuera insuficiente, el morador de Palacio ha decretado que la opacidad es política pública, siendo alentado y fomentado todo esfuerzo por poner debajo del tapete el putrefacto tiradero, por lo que harán lo imposible por acabar con el Inai.
El ilimitado cinismo de Francisco Garduño le permite gozar de un trato privilegiado, a pesar de su evidente responsabilidad criminal. Con la mitad de los argumentos empleados para recluir a Rosario Robles, ya estaría guardado.
Sólo quienes tomaron el triple de tiempo necesario para terminar una carrera pueden poner a un celador, a un carcelero, a cargo de estaciones migratorias. Los factores determinantes de una desgracia estaban puestos, sólo faltaba el detonador. Lo mismo sucede en distintas áreas del quehacer público, donde diariamente se registran quebrantos, pérdidas y daños al erario, siendo eventos que se mantienen en la cómplice oscuridad de la incompetencia generalizada. Éstos pasan de noche, al no tener la espectacularidad que dan las llamas.
Pero es claro que López ha articulado una verdad histórica con la que pretende seguir tomando el micrófono sin dar cuenta, ni hacerse cargo de las trapacerías de su equipo. Asume que el pueblo es tan estúpido que todo le perdona, y que el apoyo, del que dice goza, le permitirá escabullirse una y otra vez. Lo real es que los presidentes son perfectos, hasta que se acaba el sexenio, antes, nadie osa decirles lo incompetentes, ineptos y torpes que son. En parte, porque todos los que le rodean cobran de las arcas públicas y suelen tener amigos y familiares colocados a lo ancho y largo de la administración pública. La connivencia es droga que adormece la vergüenza; alivia el remordimiento y mantiene el bolsillo lleno.
Nada se le ha perdonado ni se le perdonará, con el tiempo pasará a la báscula y acompañará a toda la turba de malandrines que nos han gobernado. Los adoradores que le rodean olvidan que sólo el séptimo año importa y que será a partir de entonces cuando la justicia tocará a sus puertas, a algunos de ellos, la notificación les llegará desde algún tribunal del exterior.
Lo real es que no todo el gobierno es culpable, ese apelativo aplica con justicia a quien realizó los inusitados nombramientos, sí, la culpa envuelve a López, aunque la tragedia se haya materializado por la sórdida gestión de sus huestes. Otra cosa es que el Estado mexicano deba responder ante los deudos, y ahí sí, todos los mexicanos tendremos que poner para sufragar los pagos que haya que afrontar, no en balde en el pecado de tenerlo en el poder llevamos la penitencia.
