No es la tasa, estúpido

Siguen pensando que la tasa de interés es la vía para ajustar lo que no tiene origen en la cantidad de circulante a disposición del público.

Parafraseamos el slogan que dio amplia penetración a la campaña de Clinton, mientras hay quienes ilusamente esperan a que los improvisados que gobiernan el banco central nos saquen del atolladero. El cálculo que hace el sometido Inegi no pasa la prueba de la risa, vivimos una cruel mentira. Se dice que la inflación no alcanza los dos dígitos, cuando hace rato rebasó el 18 por ciento.

Pero más allá de un cálculo genérico que puede resultar ampliamente debatible, es claro que lo que importa es cuál ha sido el efecto en la economía familiar, y no en los grandes números que reporta la cada día más desvanecida SHCP. Haciendo el más elemental cálculo del aumento en los precios de los bienes que se consumen en cada hogar, nos daremos cuenta de que el aumento al salario se hizo añicos en pocas semanas. Ahora, ese incremento se suma a las causas de lo que, supuestamente se pretendió combatir, sí, los aumentos al salario iniciaron y agravan la temida espiral. Se optó por la peor forma de recuperar el poder adquisitivo.

Es claro que el desabasto se suma a la dolosa especulación, la cual, Profeco jamás podrá combatir efectivamente, ya que se ha dedicado a hacer anuncios de vana espectacularidad, sin haber destinado los recursos que se le han venido entregando en modernizar el sistema de seguimiento de la actividad comercial.

El problema de fondo es que los pactos que se hacen en Palacio Nacional no llegan vivos al final del día, ya que el Ejecutivo no tiene la más mínima intención de cumplir lo que ofrece, y los empresarios han aprendido a decirle que sí, sin hacer caso de lo que se anuncia, saben que con aportaciones pasadas por debajo de la mesa queda en paz. La muy básica instrucción del Presidente no le permite armar equipos con conocimiento y experiencia que haga que las políticas que precisa el país se hagan realidad.

Los salivazos, en los que ostenta todos los doctorados que existen, tienen un límite. Los dos brazos del caudillo han quedado agotados, siendo éstos la extorsión y la dilapidación de lo que algún día fueron las arcas públicas. Cobró lo que quiso, se debiera o no. Abusó de la capacidad persecutora del Estado, llegando al extremo de deprimir los proyectos de inversión que el país requería. En tanto, las autoridades comerciales miden tan mal la inversión extranjera, como el Inegi la inflación. El aparato productivo muestra graves signos de agotamiento y no soportará mucho tiempo más la impreparación gubernamental.

Lo anticipamos hace meses, la inflación en este país superó y supera la del vecino del norte, y mientras aquella comienza a ceder, aquí cada día será más difícil de ocultar.

A golpe de sumisión, que no es lealtad, los actuales funcionarios no podrán arreglar nada, y ante cualquier desequilibrio en los mercados, mostrarán la dureza facial con la que aceptaron cargos para los cuales no están preparados. Siguen pensando que la tasa de interés es la vía para ajustar lo que no tiene origen en la cantidad de circulante a disposición del público, sin advertir que, hace buen rato, perdieron la capacidad de medir correctamente los agregados monetarios.

Es aterrador ver cómo suelen atizar más el fuego en vez de tratar de apagarlo. El crédito es cada día más caro, malo y escaso. La supervisión bancaria inexistente. El paralelo sistema financiero no regulado ha cobrado un peso demoledor, ganando la opacidad que los señores del crimen organizado tanto buscaron. Los ingredientes del engrudo económico ya están en el horno. El cacique siempre ha apostado a que todo truene después de la elección, la pregunta es si el cálculo político dará para tanto.

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