Narcócratas vs. tecnócratas

Tan malos unos como los otros, pero, aun así, como aquellas terribles producciones que trataban sobre luchadores, se volverán clásicas las épicas batallas que hoy sostiene la desvencijada administración Lopista con un rival que ni a sombra llega. Ya son más de cuatro ...

Tan malos unos como los otros, pero, aun así, como aquellas terribles producciones que trataban sobre luchadores, se volverán clásicas las épicas batallas que hoy sostiene la desvencijada administración Lopista con un rival que ni a sombra llega. Ya son más de cuatro años que nadie propala ni mucho menos defiende la escuela tecnócrata, pero al Presidente le hace falta a quien golpear sin temor a que le regresen los golpes.

Los tecnócratas, como Mario Delgado o Alejandro Murat, que llenan sobradamente la categoría, tratan de hablar, vestir o comportarse como populistas setenteros, lo cual, aparte de salirles muy mal, a nadie convence, ya que todo mundo sabe que son conversos de ocasión. Su forzada presencia en el escenario es tolerada, pero nunca llegará a ser relevante, han sido útiles ujieres del mandamás, pero éste no los considera sino como simples peones en un complejo tablero.

Cuesta trabajo ver cómo hay quien todavía se sorprende de triunfos de quienes tradicionalmente eran derrotados o hasta perseguidos. Todo parece indicar que aún hay quienes se resisten a darse cuenta cómo el crimen organizado, que no conoce fronteras, ni muchos menos sexenios o periodos de gobierno, hace tiempo fraguó un plan maestro para apoderarse del territorio en el que producen y procesan sustancias prohibidas, y en el que se sienten cómodos gastando sus enormes fortunas.

Sí, por muy extensa que parezca Iberoamérica, con el tiempo y miles de millones de dólares, la región se ha vuelto territorio controlado por quienes decidieron ser parte de un mefistofélico pacto. Tras años de ver cómo la derecha se entronó con el apoyo empresarial, los fallidos candidatos de la inconformidad, que suele confundirse con la izquierda, entendieron que sólo quienes capitanean el sector informal podrían tornarles en alternativa competitiva, así que abrieron los brazos y los acogieron en un narcoacuerdo, poniendo siglas y colores al servicio de la más pujante actividad del tercer mundo.

Los haraganes tecnócratas vieron cómo la parte informal de la economía se volvía cada vez más grande y poderosa, pero pensaron que sería bueno mirar hacia otro lado, ya que en ella encontrarían ocupación todos aquellos desplazados que, sus fracasados modelos experimentales, mandaron a las calles sin empleo ni seguridad social.

Fue un largo proceso, casi dos décadas. Pueblo por pueblo, municipio por municipio, hasta que todos aquellos que no encontraron lugar, ni apoyo en la cleptocracia dominante, se afiliaron a grupos que preparaban un gran golpe a nivel subcontinental.

Ahí se encontraron con oscuros empresarios que tenían amasadas fortunas en efectivo y que ansiaban ingresar de algún modo al sector parabancario, empleando desordenadas estructuras no fiscalizadas, ello, con la finalidad de lavar dinero en otros países, ofreciendo reciprocidad. Ahí, son útiles esos negocios que dicen viven de torrentes de pagos hechos en efectivo, como son las farmacias, hoteles y desarrollos inmobiliarios, etcétera, a los cuales, sólo les faltaba un discreto acceso a las áreas de carga de las aerolíneas emproblemadas.

El gran sistema financiero internacional del crimen organizado nació con el siglo, pero, en pocos años, ya maneja sumas que superan el valor de la deuda pública de países en vías de desarrollo. Las criptomonedas sólo vinieron a darles la independencia de los bancos que tanto estorbaban. Los grandes capos vieron la oportunidad de fusionar partidos y opciones políticas a los consolidados emporios que otrora fueran cárteles, lo demás  ya es historia.

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