Moronga
Si se pone a una periodista al mando, es de esperar que lo que haya sean reportes, pero no combate ni mucho menos sometimiento del crimen organizado
Tras la declaratoria de rendición, un baño de sangre. Calderón inició la estéril guerra, pero López nos puso en estado de sumisión, entregó la plaza. Resultó falaz la 4T, no hay tal movimiento, sino una burda simulación, nada avanza, y lo que se mueve lo hace para atrás.
De forma que sólo hay una lastimosa acumulación de sangre en un entripado administrativo que se agota presentando estadísticas, sin rendir resultado alguno. Así es, si se pone a una periodista al mando, es de esperar que lo que haya sean reportes, pero no combate ni mucho menos sometimiento del crimen organizado a las fuerzas del orden, las cuales, hoy, están ocupadas en todo, menos en tareas que salvaguarden el efectivo control territorial.
Será interesante ver cómo responde la población ante quien piensa que, diciendo que han bajado los índices delictivos, cree haber ganado prestigio, asumiéndose ya como aspirante a la silla de una gubernatura. Es muy posible que, lejos de las sonrisas de cortesía entre las que ha vivido, se tope en seco en las urnas, como le sucedió con el Panaut.
Los ríos de sangre que manchan el territorio nacional, producto de 120 mil muertes registradas, y muchas más efectivas, permiten hablar de ineptitud, improvisación y hasta contubernio. No hay regeneración nacional, estatal ni municipal, sino un estado de guerra en el que, quien ofreció pacificar al país, lo ha hundido en un absoluto caos.
Quiere pruebas, mirando a otro lado del abultado número de caídos de forma violenta. No le afrenta ni le parece contundente evidencia el gran camposanto que lleva a cuestas, sí, porque no hay otro responsable de los innumerables sepulcros que él. El fracaso de la estrategia mancha sus cada vez más costosos trajes, hechos a la medida, ya que se ensanchan en unos hombros que no tiene y se abultan en unos zapatos que le quedaron grandes.
Olvida que el pontífice de los católicos habla de las diferencias que tuvo con los medios de comunicación, en la controversial ruta que emprendió con un cargado tinte político en su país natal, no así de la recrudecida controversia que sostiene López con la prensa nacional, la cual, lejos de menguar, seguramente le seguirá por un buen tiempo tras concluir el sexenio. Cuando el regente del Vaticano habla de él y su estrategia, lo hace con reprobación.
El votante no buscó a quien señalara culpables ni se rasgara vestiduras por la incompetencia de éstos, sufragó por quien dijo poder restituir el orden y retornar el imperio de la ley y del Estado. Hoy, es claro que mintió, no tiene idea de qué hacer y confunde dar abrazos con cruzarse de brazos.
Cuando demagógicamente manda abrazos a los capos y secuaces, lanza y cruza los brazos de manera exagerada, pero eso no es un abrazo, es una señal de autoimpuesta contención.
Guste o no, el platillo nacional que a todos nos hacen tragar es sangre acumulada. El partido oficial nada tiene que ver con la morena del Tepeyac, incluso reniega de ella, pero sí tiene que ver con la moronga; tanto, que debería cambiar su apelativo para ser más acorde a la realidad.
Se tragó cada una de sus palabras y no regresó el Ejército a los cuarteles. La incongruencia no le incomoda, la ha adoptado como divisa.
Qué será lo que tiene su estrategia que deja más muertos que ametrallar desde los helicópteros. Qué le puede reclamar al dipsómano que puso al Ejército en las calles, no para combatir al narco, sino para evitar que lo tirara un movimiento social, cuando lo que ha hecho es lo mismo, pero con el objetivo de no verse en un escenario como el que enfrentó Evo.
