Megalómanos
La salida de Rubalcava del PRI no puede ser sino una buena noticia, ya que develó de quién se trata, así como de qué es capaz de hacer daño a la ciudad
Será acaso noticia que alguien renuncie al PRI, o será más bien morbo. Esa divisa, al igual que las otras dos que componen al frente, lejos están de ser populares, pero, sobre todo, relevantes en las decisiones que se toman en el país. La verdad es que en sus filas no existen liderazgos ni potentes voces que impacten en la opinión pública.
Quienes llegaron a ser gobernadores ondeando su bandera, claramente dejaron de ser militantes cuando se tendieron al paso del Presidente, y sólo renunciaron para pepenar algún puesto que, como propina, éste ha decidido entregarles. Forman parte de un remedo de oposición que ha hecho lo imposible por no desaparecer. Los dramáticos anuncios de quienes hace apenas unos meses eran unos completos desconocidos, debieran ser más parte de alguna telenovela que de los espacios dedicados a la política nacional.
Respirando por la llaga, Osorio Chong anuncia más separaciones del desvencijado instituto político, como si lo que él dijera preocupara a las dirigencias o a quienes serán candidatos por la fórmula opositora. No desaprovecha la oportunidad para colarse dentro del haz de luz de los reflectores, ya que día a día sufre la levedad de ser irrelevante. Su insustancial e inocuo paso por el gobierno federal no alcanza para que pinte en alguna encuesta que le haga merecedor de un cómodo sillón en algún comité nacional. Tendría que, como Dante, comprarse un partido y gastar su muy importante fortuna, formada mientras ocupó dos puestos tricolores, en mantener una corte serenísima, integrada por quienes se llaman políticos, sin hacer política.
No hay quien pueda decir, sin pena, que ha sido gobernador de Hidalgo, estado en el que la corrupción campea y la mitad de sus pobladores viven raquíticamente del presupuesto público. Basta ver el lugar que la historia ha reservado a quienes se han servido de esa entidad.
Murat supo mantener contento al Presidente, quien con tanta atención, echó tierra sobre los expedientes del Infonavit, embolsándose la elección sin mayor esfuerzo. Habrá pensado el personaje que el PRI y el resto del país no notaron que cayó en múltiples causales de expulsión, o pensó que podría continuar parado en la plataforma que dinamitó.
Rubalcava alcanza apena unas horas de conocimiento entre el electorado federal, pero se duele como si llevara en la alforja una larga trayectoria de éxitos. Fue presidente municipal con otro nombre, sí, se trata de un encargado de tareas menores que fue impulsado por un grupúsculo de operadores que tienen intereses territoriales en alguna demarcación, a los cuales sirvió, y debe seguir haciéndolo. Su impacto en la vida de la capital no pasa de haber arreglado baches o imponer uno y mil obstáculos a la ciudadanía en un sinfín de trámites.
Su salida del PRI no puede ser sino una buena noticia, ya que develó de quién se trata, así como de qué es capaz de hacer daño a la ciudad, con tal de perpetrar una pueril venganza. No faltará quien le acerque micrófonos para dar cuenta de cómo armará su retaliación, pasando por encima de los ciudadanos a los que decía servir. Después del berrinche, será difícil que algún partido lo considere para futuras posiciones, ya que enseñó el cobre al primer vendaval.
Quienes rivalizan desde la arena política con comediantes e histriones de carpa, tarde o temprano tendrán que hacer tronantes pronunciamientos; comprar algunos espacios publicitarios o asumirse gratuitamente con tamaños para gobernar, no los hace políticos, sino parte de esa bufonesca tragicomedia conocida como proceso electoral.
