Logo de Excélsior                                                        

Lo que queda de la investidura

Gabriel Reyes Orona

Gabriel Reyes Orona

México sin maquillaje

Se trata de un sujeto orgulloso de hablar un mal español, capaz de impulsar la deformación del lenguaje en los libros de texto. En lugar de ser un gran orador, ha preferido proponernos que hablemos tan mal como él. Los libros que habrá escrito no sé quién, para que el cacique los firme y pueda hacer suyos inmerecidos derechos de autor, son tan distintos en estructura lingüística que, queda claro, no son dos ni tres los ayudantes que están detrás de los fascículos en los que ha narrado la deformada realidad con la que alimentó a sus prosélitos.

Mal planchado, con hombreras exageradas, pero, eso sí, con carísimos casimires, ya no es el austero arengador. Se ha enfundado en trajes hechos a la medida, es ya perceptible que en casa tiraron los harapos con los que recorrió el país. La percha poco ayuda, basta que le dejen caminar unos pasos para que se encorve y desluzca la costosa hechura del sastre de palacio.

Sobran quienes le llevan cuenta de las veces que repite la misma historia; que reitera la sobada anécdota, y que recurre a la muletilla. Paciencia existe para llevar registro de las cantaletas que la audiencia completa sin dificultad. Basta que comience la perorata para que la audiencia termine la coplilla. Todo el mundo sabe completar las frases que ha acuñado como fácil evasiva a preguntas que no puede o no quiere contestar. Pueriles expresiones que trata de hacer pasar como verdades lapidarias.

El discurso presidencial nunca había sido tan superficial y vano. Aletea los brazos y se lleva a la cabeza la torcida mano cuando las palabras no le alcanzan. Es de tan bajo cuño el mensaje, que nadie sabe cómo seguimos llamando conferencia de prensa al lastimoso espectáculo. “Este” es la señal que da a sus corifeos, se trata del indicativo de que acaba de hacer lo que él piensa es una broma, y alguien debe de reírse.

Habrá que consultar a los obsesivos de la estadística, pero es claro que su colección de palabras es más que limitada. Trata de revestir sus disertaciones con giros históricos, que no son sino rengas alusiones a episodios que alguna vez escuchó en no ilustrada sobremesa. Sin embargo, la doña parece que ya no disfruta de su compañía, ya le marcó distancia, por lo que ha tenido que aumentar la frecuencia con la que repite las que ya contó.

Es curioso, la palabra honor formó parte del eslogan publicitario que usó al cansancio, a pesar de que es claro que ni él ni sus seguidores tienen remotamente la idea de lo que significa y entraña tal término. Para variar, una de estas mañaneras sería interesante que nos haga saber qué entiende por ser honorable. No hay principio o código de honor que no haya pisoteado y enlodado. La palabra honesto, cada día, es más inadecuada para aludir a su desempeño y al de su equipo.

La calumnia, la falta de respeto, la denostación, la rencilla clasista, el insulto, los amagos y las amenazas son lo que mejor le pintan. Le acomoda y le ajusta a la perfección el proceder injusto y deshonroso. No ha tenido límites, no hay forma que haya respetado. Todo aquello que es política, cívica y moralmente correcto, le viene guango.

La forma en que se dirige a quienes no están a sus pies, doblegados, arrastrándose de manera servil, bien en puestos burocráticos o enlistados en sus brigadas de odio, es ofensiva. La grotesca y grosera forma en que se dirigió a millones de mexicanos desmerece y afrenta la investidura de la que se hizo en un sospechoso proceso electoral.

Hecha garras y jirones deja la investidura, una que no dio a respetar. Faltó el respeto a todos aquellos que no se dejaron someter con el pie al cuello. Jamás alguien ofendió tanto y a tantos mexicanos. No sólo es la abundante sangre con la que le manchó, sino que la acida hiel en la que remojó la banda será negra macula en nuestra historia. Bastará poco tiempo para ubicarle como un falso atajo en la senda de la gesta nacional, siendo referente de lo antimexicano.

 

Comparte en Redes Sociales

Más de Gabriel Reyes Orona