Llévelo, llévelo…

Las operaciones que anuncia en sus diarias diatribas ofenden a quien sabe sumar y restar.

Han sido más de tres lustros en los que el Presidente y su familia no saben lo que es tener que trabajar para cubrir y solventar una desahogada forma de vida. Conceptos exentos del pago de contribuciones completan el esquema que fondea un lujoso modo de subsistencia. Por ello, no es extraño que asuman que resulta derecho divino el mantener el bolsillo lleno, sin tener que dar cuenta o explicación alguna.

Pero son cinco años de gastar a manos llenas las arcas públicas, en los que ha dilapidado miles de millones de pesos sin despeinarse, lo que ha hecho que el cacique no caiga en cuenta de lo absurdo que es pararse ante un micrófono a decir que el despilfarro de sus vástagos no resulta propio de quien se regodea en una riqueza mal habida.

Las operaciones que anuncia en sus diarias diatribas ofenden a quien sabe sumar y restar. El pago de compensaciones para silenciar a los contratistas del aeropuerto de Texcoco, la adquisición de centrales eléctricas, la venta del avión y la enajenación de Citi representan operaciones que pintan de cuerpo entero a un personaje que ha traído la ruina a las finanzas públicas, ya que, con poco análisis, es posible advertir quebrantos en contra de la nación.

Es bien sabido que, en 2020, las únicas constructoras que resultaron ganadoras son aquellas a las que se les pagó por no hacer nada, dando ocasión a que el atraco del aeropuerto peñista, proyectado en una mala locación, fuera opacado por la ruinosa construcción de una terminal aérea en una desastrosa ubicación. Pero ahora se sabe que hubo más afortunados ganadores de la decisión, así como que todo quedó en familia. La operación se describe con chorros de tinta roja y la cuenta aún no para, ya que al auditor superior de la Federación le faltó algo más que nombre y prestigio para poner puntos sobre las íes.

El pago proyectado a Iberdrola, por instalaciones que sólo manchaban la reputación ambientalista de la empresa, deja en carácter de aprendiz a Suárez Coppel en eso de rescatar a la peninsular empresa que bien caro vendió cada insulto que recibió. Por donde se vea y, aunque se usen los tan denostados fideicomisos, la transacción huele a López de Santa Anna. La hispana no tuvo que acudir a las Cortes a defender su honor, supo cómo cobrar y lavar las ofensas recibidas.

La entrega del avión, a quien le sale lo prestanombres por todos lados, es y será una aberración, dado que lo que habrá que pagar al verdadero dueño y alquilador de la aeronave, sumado a lo gastado en un transporte oficial que no se usó en el fin para el que estuvo destinado, dejan claro que López pagó más por él, que el infame emigrado a la fuerza que ordenó su construcción. Es claro que Banobras ha llevado al cabo una operación que no pasa la prueba de la risa en términos de gestión financiera, y llegará el momento en que el desfalco institucional quede al descubierto.

El que se anuncie que Citi recibirá por 80% del activo, menos del 60% del precio que hace 20 años pagó, ya sin hacer actualización fiscal, deja claro que no pagará un centavo de impuestos, a menos que el vendedor quiera regalar, o tenga que hacer una importante aportación a la 4T, a cambio de no sé qué.

El premio al peor administrador público de la historia ya tiene dueño. Su ejercicio de atribuciones públicas sólo ha dañado y perjudicado el patrimonio de los mexicanos. No importa dónde estaba cada ciudadano cuando los que lo antecedieron delinquieron, hoy importa saber dónde están para exigir que dé la cara por dilapidar la hacienda pública.

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