Ley de Gresham

Los gobernadores del partido oficial son tan malos, como el peor del PRIAN.

La moneda mala expulsa a la buena, reza el principio enunciado por el financiero inglés. Años después, se analizó el fenómeno inverso, dado que, en ciertas situaciones, la moneda superior desplaza a la mala, como sucede en las guerras, se le conoce como Ley de Thiers. La 4T sigue haciendo mala historia, ha implantado la Ley de López, conforme a la cual, lo malo se cambia por algo igual de malo o hasta peor. 

Los políticos, como la moneda, se aprecian o deprecian sin que necesariamente su aceptación tenga que ver con el valor intrínseco. Miedo, ignorancia o la mera especulación son suficientes para que monedas de bajo cuño se coloquen por encima de otras con mejor perfil. 

 Los candidatos de Morena, cuando no son priistas reciclados, son sujetos prácticamente desconocidos, con escasa o nula trayectoria administrativa. De tenerla, suele ser más cuestionable que loable. Se trata de aventureros que hicieron de la ofensiva bravata un medio de subsistencia, sobrevivieron a expensas de oscuros patrocinadores, empresarios que hoy integran la mafia en el poder. 

 Si se miran con detenimiento, es difícil, sino que imposible, entender por qué la gente pudiera depositar confianza a tan exóticos personajes. Muchos de ellos, conscientes de su irrelevancia, hacen campaña con figuras con las que simulan ser parte importante en el equipo oficial y, en casos desesperados, de plano aparecen fotografiados con el que se dice redentor de los desposeídos. 

 Después de la elección del 21, vimos cómo esos candidatos accedieron al poder, pero al momento, lejos de justificar el gratuito apoyo, han demostrado que la elección fue manipulada para consolidar un régimen de complicidad y connivencia, que sólo acomoda a los crecientes segmentos que buscan vivir de la dádiva oficial, de la tolerancia a la informalidad, o de plano, de la política de brazos caídos ante la delincuencia. 

Muchos ven con agrado cómo el desgobierno ha hecho presa a Zacatecas, San Luis Potosí, Campeche, Guerrero y Sinaloa, cuyas administraciones comenzaron a derivar desde que iniciaron. Son un hervidero de politiquería, pero la gestión oficial se encuentra en pausa. 

 Tras la desastrosa actuación en la alcaldía Álvaro Obregón, encabeza al grupo Layda Sansores, inmune e impune, gracias a una vulnerada y tripulada fiscalía local. Se ha lanzado en furibunda cruzada, para acomodarse entre los delfines del residente de palacio, sin importarle que el estado comienza a desmoronársele. Lía Limón no vio o prefirió no ver. 

 Los gobernadores del partido oficial son tan malos, como el peor del PRIAN. Pero al no existir en los hechos fiscalías o tribunales que se atrevan a admitir acusaciones en contra de las huestes malignas, los que vivieron de la grilla durante décadas voltean a otro lado, a ver si así transcurre el sexenio sin que los miren. 

 Sucio proceso electoral, maquillado tinglado que tras puertas cerradas vio operar a los mañosos. Los ungidos son meros repetidores del discurso federal que, como quienes antes se coronaron, entregarán el poder a los superdelegados, encargados de maicear a los operadores del voto local con miras al 24. Su irrelevancia agrada al Ejecutivo, nada le opaca en provincia; las giras carecen de personajes que distraigan a los acarreados. Huecas figuras, entronadas por encuestas, que sólo reflejan el miedo del votante. 

 Quienes se congratulan de la paz electoral son cómplices de la farsa, van tres. Confunden la mordaza del amago con concordia ciudadana. Nada puede, sabe o quiere hacer el INE, se entiende, pero debería tener un poco más de vergüenza. 

Temas: