Estabilidad región 4T
El gobierno ha señalado que México cuenta con fortalezas para afrontar el temporal, pero no se ve claro cuáles pudieran ser éstas.
Es claro que una vez más no se entiende lo que está pasando. Más allá de los millones y millones de dólares que el Banco de México y la banca de desarrollo están dilapidando para regresar a esa fantasía denominada superpeso, lo relevante, es que debe quedar claro que la moneda perdedora es el dólar, ante la inminente recesión que enfrentará su emisor. Hace mucho en este espacio lo dijimos, no se discute si habrá o no recesión, sino cuándo y qué tan profunda será.
La moneda más afectada, frente a la moneda perdedora, es el peso. Primero, por la estrecha relación de ambas economías, sabiendo que, necesariamente, se resentirá acá lo que pase allá, y, segundo, porque en el mundo cada vez se tiene más claro que los anuncios que hace el gobierno mexicano carecen de seriedad. Sólo Fitch les cree. Hoy por hoy, la 4T ha llenado generosamente los bolsillos de los grandes especuladores internacionales, los cuales, aún, no han saciado su apetito.
Tras haber gozado de la fama de buenos pagadores que dejaron los neoliberales, los neoneandertales han comenzado a resentir el desprecio de los mercados, y éstos, ya están atentos a los absurdos cambios que aprobará la más rústica Legislatura que haya pasado por San Lázaro, gracias al incondicional mandato que le diera la turba.
Lo relevante no es que hace meses hayamos dicho que habría ajustes bruscos, sino entender que lo ocurrido el lunes es tan sólo el primer sobresalto de los varios que habrá antes de que venga el ajuste de fondo. Los neófitos, en varios medios informativos, no entendieron que la estrategia del banco central nipón es recuperar el crecimiento y que, una vez más, han lanzado una ruda estrategia monetaria que, de entrada, ya ha permitido que su moneda se coloque en el lugar de cambio buscado, recuperando rápidamente el nivel bursátil previo a los anuncios hechos la semana pasada.
Poco o nada pueden hacer nuestros vecinos del norte, cuyos problemas políticos se vienen a sumar a un entorno de desaliento financiero. Al entrar su economía en recesión deberemos observar la evolución de las remesas, que son el principal ingreso de nuestro país. A partir del mes de noviembre, vendrán, desde más allá del Bravo, imposiciones financieras que seguramente no gustarán, pero nada se podrá hacer.
En tanto, el actual titular de las finanzas públicas ha hecho exactamente lo contrario a lo que dice la ley, esto es, ha respaldado ilimitadamente la irresponsable y poco preparada gestión administrativa de Pemex, a quien se le sigue prestando bajo un compromiso verbal de pago por parte de la SHCP, sin que pueda darles avales soberanos, dado que la ley en la materia se erige como obstáculo para ello.
El gobierno ha señalado que México cuenta con fortalezas para afrontar el temporal, pero más allá de gastarse ilegalmente las reservas del Banxico, no se ve claro cuáles pudieran ser éstas. Mientras tanto, seguimos esperando poder identificar lo que dará el banderazo a la estampida. La aversión al riesgo se topará con una bestia jamás antes vista, la reforma judicial. Sabemos que el PJF está mal, pero la propuesta es empeorarlo, esto es, hacer nugatoria la seguridad jurídica.
La inversión extranjera, calladamente, ya empezó a retirarse, mientras, aún incluimos en ese rubro la mecánica reinversión, la cual se ha sostenido con altas, muy altas tasas de interés.
Los legisladores oficialistas siguen celebrando el “triunfo”, pero su bajísima preparación les impide advertir cómo se han venido sumando los elementos de una tormenta perfecta. Sólo falta que después nos digan que la crisis vino de fuera.
